Mucho se está hablando
en los últimos meses sobre la Ley Electoral. El debate ha pasado de
ser tratado solo por una minoría de especialistas y por los grupos
minoritarios perjudicados a estar en la calle. Buena señal. La
reforma de la LOREG es una de las banderas del 15-M, y así lo ha
vuelto a manifestar el día del debate de investidura.
No hay que confundir el
sistema electoral con la fórmula electoral. Esta última, que forma
parte del sistema electoral, consiste en las operaciones matemáticas
a seguir para transformar votos en escaños. Como se sabe, la fórmula
es la D´Hont, que aun no siendo una fórmula mayoritaria, es, de las
proporcionales, la menos proporcional. La fórmula electoral está
contemplada en la LOREG, y por tanto, para modificarla se necesita
una mayoría absoluta, ya que es una Ley Orgánica.
Los
restantes
elementos
del sistema
electoral
son la circunscripción
electoral
(la
provincia,
que viene
establecida
por mandato
constitucional),
la barrera
electoral y
el número
de
diputados a
elegir (los
350 que
establece
la LOREG
se sitúan dentro
de la
horquilla
de 300
a 400
que
determina
la
Constitución
Española).
El escaso
número de
diputados a
elegir en
las circunscripciones
más
pequeñas
es otro
de los
elementos
que aumenta
la falta
de
proporcionalidad
en nuestro
sistema
electoral y
hace que
el voto
llegue
incluso a
tener una
diferencia
de hasta
más de
cuatro
veces su
valor según
sea la
ciudad de
que se
trate (dado
que, aunque
en las
circunscripciones
más
grandes la
proporcionalidad
es
correcta,
el número
de votos
necesarios
para
asignar un
escaño es
mucho
mayor).
Por
tanto, del
sistema
electoral,
solo pueden
modificarse
reformando
la LOREG,
la fórmula
electoral,
el número
de
diputados a
elegir, y
la barrera
electoral.
Para
reformas
que afecten
a la
circunscripción
electoral
sería
necesaria
una reforma
de la
Constitución
Española.
Además,
la
naturaleza
de nuestro
sistema
electoral
propicia que
la
sobrerrepresentación
crezca a
medida que
se acumulan
votos,
siendo los
partidos
grandes no
nacionalistas
los
tradicionalmente
beneficiados
(PP y
PSOE),
mientras
que los
más
infrarrepresentados
han sido
los
minoritarios
no nacionalistas
(IU y
UPD). A
los
partidos
nacionalistas
ni les
va ni
les viene,
porque al
contrario
de lo
que se
piensa, no
salen
especialmente
beneficiados
del
sistema.
En estas circunstancias,
tal como decía Duverger, lo normal es que se tienda a un
bipartidismo. Esto es efectivamente lo que ha ocurrido en España
conforme han ido transcurriendo las distintas legislaturas,
desembocando finalmente en un bipartidismo imperfecto.
En esta cuestión el PP
lo tiene claro. Es el único partido del espectro de la derecha, y
acumula todos los votos de ese ala, sin tener que compartirlos con
nadie. Un votante de derechas, apenas puede ejercer la amenaza basada
en la salida, porque no tiene alternativas en la derecha, de ahí que
el PP acumule todos los votos de la derecha y por ello se vea
especialmente cómodo con el actual sistema. Rosa Díez, en la
investidura, advirtió a Rajoy sobre la injusticia del sistema (como
si él no lo supiera), y Rajoy no defraudó: una vez más salió por
peteneras. Dijo que en ningún sitio se establece que el sistema
electoral tenga que ser más proporcional (tampoco está dicho que
este sistema tenga que permanecer para siempre), que en el Reino
Unido el sistema es parecido (comparándose con lo peor, en vez de
con lo mejor), que en la elección de la Cámara de Representantes en
EEUU se usa un sistema mayoritario (comparando churras con merinas,
porque el sistema americano es presidencial, mientras que el nuestro
es parlamentarista), que el sistema es democrático (sin
duda lo
es, pero
también es cierto que
adolece de elementos que distorsionan
la voluntad
popular) y que este ha sido
siempre el sistema (como
si fuese
un motivo
válido
para no
cambiarlo). En resumidas cuentas,
al PP no le afecta la injusticia del sistema, más bien al contrario,
le beneficia como partido, y no está dispuesto a tomar cartas en el
asunto.
No ocurre así con el
PSOE, que tiene que compartir los votos de izquierdas con IU, el
tradicional valedor de una reforma electoral. Los votantes del PSOE
de izquierdas sí tienen una amenaza basada en la salida, pues tienen
otra alternativa de izquierdas en IU cuando el PSOE les decepciona.
Así, siempre que le va bien electoralmente al PSOE, le va mal a IU y
viceversa.
Pero el PSOE siempre ha
jugado a fagocitar a IU, de ahí que también haya mirado siempre
para otro lado en la reforma de la LOREG, quizás creyendo que tarde
o temprano iba a absorber todos los votos del ala de la izquierda. No
ha sido así: hoy por hoy, y desde la transición, IU ha conservado
su propia base de apoyo diferenciada de la del PSOE, y por tanto, le
guste o no al PSOE, no es el único partido de izquierdas.
Así que en esta
situación, el PSOE ha sido víctima de su propio egoísmo. El
sistema electoral perjudica más al ala izquierda que al bloque de
derechas, ya que al haber dos partidos en la zurda se perjudican
entre sí perdiendo los restos. Es decir, el sistema no solo fomenta
el voto útil de IU al PSOE, sino la abstención de votantes de IU,
que prefieren no votar antes de que su voto vaya directamente al cubo
de la basura, lo que significa muchos votos perdidos de izquierdas.
En un sistema más proporcional el PSOE e IU tendrían más
incentivos para aliarse en su labor de hacer frente al PP.
De modo que el PSOE
podría plantearse no jugar al voto útil con IU, y consensuar un
frente común donde le tuviese que hacer a IU ciertas concesiones, en
vez de tratar de enarbolar en solitario la bandera de la izquierda.
Ya Rubalcaba tímidamente planteó la posibilidad de reformar la
LOREG, pero fue demasiado tarde.
Por último, es bueno
hacer una reflexión. Aunque el voto a partidos minoritarios sea
muchas veces inútil desde el punto electoral, no lo es desde el
punto de vista social, ya que cuando se ponen sobre la mesa las
cifras (en esta última legislatura el PSOE ha obtenido cuatro veces
más votos que IU, pero le ha multiplicado por 10 los escaños), se
ve claramente la desproporción del sistema, y ello es la base para
denunciarla. Los votantes de partidos minoritarios pueden encontrar
aquí un argumento para no desanimarse a pesar de todo: si siguen
votando a sus partidos contribuirán con su voto a denunciar esta
situación.
Iván Nuñez Loza
Febrero 2012