FRENTE A LA INVERSIÓN DEL LENGUAJE: ¡MENTIRA!


“La reforma laboral creará empleo a la larga”: ¡Mentira!: La reforma laboral cambia derechos de los trabajadores por derechos del empresariado con el fin de que éste acumule capital.

“Antes de repartir hay que crear riqueza”: ¡Mentira!: El sistema capitalista consiste en no repartir para acumular más, “porque si se reparte se crean vagos sociales”.

“Lo importante es crear empleo al precio que sea para reducir el paro”: ¡Mentira!: Lo que les importa es crear plusvalía al precio que sea, a más esclavitud más plusvalía.

“Vamos a suprimir duplicidades en organismos públicos”: ¡Mentira!: Van a vaciar de contenido aquellos que les resultan más incómodos como han hecho con el relativo a la memoria histórica; y veremos más…

“Hay que recortar para ahorrar”: ¡Mentira!: Se ahorra en ayuda a las personas dependientes y se gasta más en el ejército y en material antidisturbios para la policía.

“Las medidas económicas son de sentido común”: ¡Mentira!: Son de sentido económico de los ricos de todo el mundo, de los que no tienen escrúpulos ni leyes que no sean simplemente enriquecerse más y competir entre ellos.

“Tenemos que hacer estas medidas tan duras por todo lo que se ha despilfarrado antes”: ¡Mentira!: Están desmantelando el Estado de Bienestar, que es lo que necesitan los Mercados en su enloquecido afán de acabar con el Estado-competidor, que le “impedía” controlar todas las fuentes de riqueza.

“Los PIGS son la causa de la decadencia europea”: ¡Mentira!: Esta es una crisis FINANCIERA, creada, fomentada y prolongada por la avaricia de las Bancas del mundo, para apropiarse del trabajo –y del paro- de miles de millones de trabajadores, y controlar la riqueza mundiales en las próximas décadas…que es algo menos “cruento” que la tercera guerra mundial.

“La reforma financiera va a poner orden en los bancos”: ¡Mentira! .Va a poner al Estado y a las Cajas de Ahorro al servicio de la ingeniería financiera de los bancos y de su sed insaciable de más dinero y más poder.
Manolo Aljarafe

BANDERAS A LOS BAÚLES







Transcurridos casi dos meses desde el caluroso recibimiento en Toledo, a duras penas voy entendiendo y haciéndome entender en esta complicada lengua que llamáis castellano. A fuerza de afinar el oído en las plazas y en los animosos mercados de frutas, voy adquiriendo el vocabulario que me facilita llenar el estómago un par de veces al día.

Además de conocer buenos aceites, quesos y morcillas, oigo por todos lados palabras que no había leído a ninguno de vuestros Santos: crisis, prima de riesgo, desempleo, recortes, déficit, despidos y ajustes... Y no hay taberna castellana en la que no se hable del rescate por parte de Bruselas.

Os puedo decir, yo que vengo de allí, que no sabía que mis paisanos estuvieran pensando en rescatar a vuestra vieja nación. Lo único que me viene a la memoria es la reflexión del sabio Erasmo cuando fue invitado por el cardenal Cisneros a participar en su proyecto de Universidad de Alcalá de Henares: “non placet Hispania” (no me gusta España). Por algo sería…

Ahora que pienso, sí es cierto que el archiduque Felipe y su esposa Juana han jurado como príncipes de Asturias pese a la voluntad de los Reyes Católicos; y que la herencia de vuestras queridas tierras pesa en los hombros de un flamenco con sangre alemana. Felipe, al que llamáis el Hermoso, es hijo del emperador austriaco Maximiliano. Se repite la historia y, amados míos, intuyo que cinco siglos después estáis abocados, de nuevo, a una gobernanza procedente del centro de Europa.

Si me permitís, dos meses es tiempo suficiente para realizar un humilde diagnóstico de vuestros males. Habréis de reconocerme que forma parte de vuestra idiosincrasia buscar culpables en vez de soluciones, y diría que lo que ahora sufrís tiene que ver con algunos vicios y defectos que adornan estas meridionales latitudes. El espanto al esfuerzo y la sobrada picardía lastran a menudo vuestros hábitos; y la naturaleza se os vence como una palma queriendo alcanzar lo más trabajando lo menos, reverenciando el derecho en menoscabo de la obligación, atendiendo más a la prebenda que al mérito, tendiendo a sobrevivir con limosnas de aquí y de allí a cambio de servilismos y corruptelas, encontrando la viga en el ojo ajeno en vez de la paja en el propio, postergando la justicia a la última de las causas y amasando el cuerpo en la pereza, la buena vida y la picaresca mientras los ojos quedan cerrados a la virtud y la recta conciencia…

Pero bien sabe Dios que todo ello ha sido abonado, en la medida de una buena pila de sacos de trigo, por el despropósito y desfachatez de gobernantes y señores, que durante años se mostraron como un nefasto ejemplo. Se erigieron en adalides de la justicia, de la igualdad y del progreso, cuando en realidad llenaron sus cofres de oro y vistieron elegantes trajes, engordaron sus vientres con sabrosas viandas y pasearon a lomos de esbeltos corceles, buscando no otra cosa que la perpetuación de su casta en menoscabo del pueblo. Y cavaron vuestra tumba al repartirse el territorio en reinos (me dicen que diecisiete) donde amasaron tesoros e inflaron el orgullo y la petulancia de sus ínsulas baratarias. Para ello no dudaron en falsear la historia construyendo nacionalidades e imaginarios telúricos bajo cuyas banderas parapetarse y justificar sus privilegios. Y todo este fuego de artificio a costa de la mirada corta que implica una ignorancia particularista; y sobre todo a costa de las arcas públicas, sin más lógica que el narcisismo y el desprecio a un proyecto colectivo, viable y sostenible.

Y tan verdad como que el sol se pone todos los días es que a mayor necesidad de esfuerzo, generosidad, espíritu, sabiduría y coraje para domesticar a este monstruo en que se ha convertido España, menor es la capacidad de estos caudillos feudales, presos de su propia dialéctica y atenazados por sus históricas veleidades, de poner sus talentos a trabajar en pos de un bienestar real y un porvenir común.

Quizá por ello están todos a una sembrando la amenaza -lanzando sus heraldos pusilánimes a diestro y siniestro- de este rescate en forma de Apocalipsis. Toda Europa sabe que el destino de vuestros reinos está en manos ajenas desde el momento en que fueron dilapidándose las rentas disponibles por encima de lo imaginable y aún las no disponibles solicitadas a prestamistas que no perdonan la vida.

Que no os engañen, que no vengan ahora con el miedo a un rescate… Dada su manifiesta inoperancia, quizá la salvación tenga que venir de la mano de alguien, ¡qué más da si es de Bruselas, Lima, París o Estambul!, sin ataduras ni hipotecas... Lo primero que hará, seguro, es echar a rodar el sentido común, guardar las banderas en los baúles, y de una manera definitiva arrancar a estos gobernantes de los diecisiete sillones de oro en los que llevan sentados varios lustros.

Me dicen que ya están en camino mis compatriotas a sacaros del abismo… a ver si pronto podemos centrarnos en las cosas que merecen la pena: hoy creo haber escuchado el beneficio de las sardinas de Santurce, los espárragos de Gerona, los callos de Lugo y el vino de Jaén.

Florentius


Florentius es el protagonista de una novela histórica escrita por Fernando Lallana Moreno y publicada por la Editorial Celya en abril de 2012. En sus páginas rebosan historia, poder, traición, honor, religión, intriga, amor, fidelidad, muerte y esperanza. Todo atravesado por un refulgente destello humanista, capaz de iluminar los desafíos de cualquier época; incluso y, quizá sobre todo, de la actual.

El holandés Florentius, impregnado del pensamiento humanista de Erasmo de Rotterdam, pone al descubierto la corrupción y el abuso que anidan en el indecente ejercicio del poder civil y eclesiástico de principios del siglo XVI. Con sumo arrojo y encomiable grandeza, es capaz de hacer frente tanto a las putrefactas entrañas de la Corte flamenca, como a la granítica Santa Inquisición castellana. La fastuosa caravana que, durante siete largos meses, acompaña a los príncipes Juana de Castilla y Felipe de Austria, desde Bruselas a Toledo, para jurar como herederos de los reinos españoles, es testigo de la más valiente cruzada que un hombre ha lanzado contra la autoridad en defensa de la verdad, la justicia y la libertad.

http://www.facebook.com/Florentius1502

LA LENTITUD Y EL ESCORBUTO ECONÓMICO



Cuando se toca fondo y se siente ya dolorosamente el peso del deterioro de la economía corresponde analizar la situación. No consiste en efectuar sesudas reflexiones macroeconómicas que, por cierto, no han servido para nada en la crisis. Tampoco consiste en invocar los pecados capitales de la avaricia y la gula como los motores que nos llevaron al desastre, pues ya no hacen falta más púlpitos .Ni mucho menos se requiere  hacer acopio de chivos expiatorios para , tranquilos y desde la barrera, culpabilizarlos.  Como si alguien moviera los hilos que nos dirigen por un rumbo que desconocemos, asumimos inquietos las turbulencias y los baches a los que no estamos acostumbrados. La incredulidad, el cambio rápido de escenarios y las diversas variedades de sobresalto nos acompañan un día sí y otro también en esta nueva era que estamos viviendo. A lo largo de la crisis hemos comprobado como las estructuras políticas que tanto éxito ofrecieron se tornan ahora  insuficientes y torpes. Las instituciones europeas viven adormecidas en Bruselas levantando los hombros y mirando al cielo cuando los socios del sur llaman a su puerta. Nunca los pasillos de las oficinas comunitarias fueron tan anchos. Nunca nos sentimos tan solos y tan vulnerables.
Sin embargo, hemos de asumir que detrás de cada desastre hay una decisión. Y es en este momento cuando podemos llegar a una fatídica conclusión. Esta nos muestra que las decisiones se han caracterizado por su lentitud y torpeza. Como si para marcar mejor los movimientos del accidente las instituciones comunitarias se desenvolvieran en una moviola macabra que aumentara inútilmente el sufrimiento. La coreografía de la crisis , pues, nos ofrece pasos lentos , torpes, sin dirección fija. Como  certera pero hipócritamente decía Alan Greenspan, vivimos una era de turbulencias. Desde luego; pero añadiría de turbulencias a cámara lenta con daños inmediatos. Una exasperante lentitud que muestra la incapacidad de dar respuestas a situaciones y  escenarios que no aparecen en el "toolkit". Esa incapacidad de adaptación de las instituciones políticas, tanto nacionales como comunitarias, está aumentando el dolor ofreciendo continuas propinas de incertidumbre. Habría entonces que plantearse si las instituciones tal como están actualmente configuradas, forman parte del problema o son parte de la solución.
Todos sabemos que los cimientos se tambalean, que el Estado no lo resuelve todo, que los partidos políticos deben avanzar hacia un mayor diálogo con la ciudadanía y, sin embargo, siguen persistiendo comportamientos y conductas de antes. Frenar una maquinaria tan  pesada y con tan alta concentración de poder y dinero, no es fácil. Todos andamos perdidos. Sabemos que la población envejece y todavía no hemos reaccionado. Sabemos que el sistema financiero está atascado y seguimos utilizando torpemente las fórmulas de siempre inyectando millones para seguir alimentando "zombies financieros" inútiles ,si entendemos que la utilidad y esencia  de un banco consiste en activar mercado e industrias ofreciendo financiación.


Cuenta Bill Bryson en su magnífico libro "En casa" como se llegó a resolver la enfermedad del escorbuto que mataba a cientos de miles de marinos. Mutatis mutandis, la situación me recuerda a la actual. Tiene los mismos elementos y circunstancias. Se intentaron todo tipo de fórmulas con desiguales resultados. Incluso un cirujano naval llamado James Lind llevó a cabo un experimento dividiendo grupos a uno de los cuales le ofreció naranjas y limones. Salvo el grupo de los cítricos, ningún otro experimentó mejoría. Aún así, Lind ignoró el resultado considerando tercamente que el escorbuto estaba causado por tóxinas mal digeridas.  Hasta que el capitán Cook marcó el camino de la solución. Como dice Bryson ( pág 229) " para la vuelta al mundo que realizó entre 1768 y 1771 cargó con diversos antiescorbúticos para experimentar con ellos, incluyendo 135 kilos de mermelada de manzana y 45 kilos de chucrut para cada miembro de la tripulación. Ni una sola persona murió de escorbuto durante el viaje, un milagro que lo convirtió en héroe nacional tanto como su descubrimiento de Australia o cualquier otros de sus muchos logros de carácter épico. La Royal Society, la principal institución científica de Gran Bretaña, quedó tan impresionada que lo galardonó con la medalla Copley, su más alta distinción. Pero por desgracia , la Armada británica no actuó a la misma velocidad. A pesar de las muchas evidencias , se anduvo con evasivas durante una generación más antes de empezar finalmente a administrar zumo de limón de modo rutinario a los marineros".*

Este pasaje de la historia nos sirve de particular ejemplo para confirmar que nos encontramos en una situación parecida donde todo el mundo sabe , incluida la Sra. Merkel, que las medidas de consolidación fiscal están sumiendo a España en un "escorbuto económico" que le puede llevar a la muerte. Y sin embargo, persisten en su lamentable error y en su desesperante lentitud aferrándose a modelos y medidas superados. Y esta torpeza de respuesta es común a todos los políticos de cualquier signo , sin distinguir de credos e ideologías. No difiere por latitud y longitud geográfica, aunque nosotros los españoles,  en lentitud, también llevamos nuestra penitencia.

Y no es porque no se haya avisado a Europa más allá del Atlántico. Obama lo dijo claro hace tiempo, en septiembre de 2011: "Están inmersos ( los europeos)  en una crisis financiera que está asustando al mundo e intentando tomar decisiones responsables, pero no están siendo todo lo rápidas que deberían de ser".

Ha llegado el momento de espabilar y de dejar de agarrarse a lo que tenemos con la fuerza con que se aferra un náufrago a la tabla. Y va por todos, absolutamente todos. Si Grecia sigue cociéndose en el abismo, si España e Italia caen  y si Europa se rompe saltando el euro por los aires nunca nos perdonaremos que todo se produjo por ser tercos , torpes y lentos. Como la Royal Navy con el escorbuto.



Bill Bryson. En Casa. Una breve historia de la vida privada.RBA.2011
* En esto los españoles fuímos más listos que los británicos, pues la primera gran expedición que consiguió no tener bajas por escorbuto fue la española al mando de Alejandro Malaspina.
Dice José Ramón Alonso, Catedrático de biología de la Universidad de Salamanca, en su magnífico blog "UniDiversidad. Observaciones y pensamientos. El Blog personal de José R. Alonso. http://jralonso.es/

"La primera gran expedición que consiguió no tener bajas por esta enfermedad nutricional fue la española comandada por Alexandro Malaspina. El médico de los expedicionarios, Pedro González, estaba convencido que la solución eran las naranjas y los limones y cargó todas las que pudo, reabasteciendo su aprovisionamiento cada vez que tocaban puerto. Tras pasar 56 días a mar abierto, solo tuvo un brote, que afectó a 5 marineros, uno de gravedad, pero que se curaron inmediatamente tras pasar tres días en Guam y conseguir fruta fresca. Los británicos, que lograron suplantar el poderío naval de España y mantenerlo hasta el siglo XX, no consiguieron repetir estos éxitos. Las ideas entre los cirujanos navales ingleses eran muy contradictorias. James Lind, cirujano naval del HMS Salisbury, había montado un experimento sencillo en el barco. Cogió 12 enfermos de escorbuto y a uno le dio rábanos, a otro sidra, a otro champiñones, a otro agua de mar, a otro ajos, a otro limones y a otro naranjas. Los que recibieron cítricos se curaron rápidamente y Lind escribió un “Tratado sobre el escorbuto”en 1753. Sus ideas tardaron en imponerse en parte porque también achacaba la enfermedad a la mala ventilación, el exceso de sal y al “bloqueo del sudor” en los climas fríos. Otros responsables del Almirantazgo pensaban, que lo que hacían falta eran ácidos y, por eso, si no había cítricos, recomendaban tratar a los enfermos con un aceite con ácido sulfúrico. Para otros, la explicación era que el escorbuto se debía a un problema de falta de higiene, disciplina laxa, baja moral e indolencia.  La expedición de Cook tuvo pocos casos y era un ejemplo de tener el barco como una patena pero se prestó menos atención a las grandes cantidades de comida fresca incorporadas en cada puerto de los Mares del Sur. Además Cook embarcó en el Endeavour grandes cantidades de col fermentada, el Sauerkraut de los alemanes, el único encurtido que mantiene un poco de vitamina C. Muchos barcos británicos llevaban en sus bodegas grandes cantidades de zumo de lima, pero aunque sea más ácida contiene mucha menos vitamina C que el limón y, además, el método de preparación del zumo eliminaba la mayor parte de ella, por lo que muchos capitanes no creían que los cítricos fuesen la solución. Las expediciones británicas tuvieron problemas hasta entrado el siglo XX. Las dos expediciones al Polo Sur de Robert F. Scott (1903 y 1911) sufrieron de escorbuto pero éste no lo incluyó en sus diarios, porque se asociaba, por esa relación equivocada con la suciedad y la vagancia, a un mal liderazgo. La expedición de Shackleton, esa gesta, un ejemplo de que se puede alcanzar la gloria en  medio del fracaso, también sufrió de escorbuto."

Posted by Jesús J. Ferreiro
Politinomics

CARTA ABIERTA A LOS MILITANTES SOCIALISTAS DE BASE







Queridos compañeros y compañeras:

Nosotros, militantes que nunca somos candidatos, ni delegados, ni siquiera invitados a los congresos del PSOE; nosotros que no vamos en listas electorales, ni sabemos qué es un nombramiento y que nuestra militancia se circunscribe a repartir propaganda; nosotros estamos en todos los mantras y agnósticas jaculatorias de aquellos que en los cónclaves batallan por espacios de poder que, por cierto, tan lejanos nos resultan. Porque ese debate de ideas que siempre acaba sin ideas que debatir nos produce el pálpito de que no puede pensar en términos de recuperación de una existencia plena quien estima que también la muerte es un camino. Asistimos siempre a una lucha por el poder en que lo contrincantes son colaboradores necesarios los unos de los otros; es lo que los anglosajones llaman blurring in complexity, introducir complejidad, en un intento morboso de que los agentes de la política anterior y de la orientación orgánica que la sostuvo protagonicen ahora y encaucen la voluntad de cambio manifestada por nosotros, la militancia, en un ejercicio fantasmagórico de rentabilizar el descontento sobre ellos mismos.
Los que propiciaron que el partido socialista pasara de ser un proyecto a una situación, quieren que la situación no cambie porque el proyecto no les importa ya que nunca lo han tenido. Pretenden que las responsabilidades individuales sean colectivas y que la voluntad colectiva se singularice en ellos para seguir gobernando un destino que es probable que ya no les corresponda. Es un ejercicio de partenogénesis política en la cual el aparato se reproduce a sí mismo. Y en estas circunstancias lo que menos le conviene al partido socialista es convertirse en una organización esclerotizada y resistente al cambio. Decía Octavio Paz que las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo... del miedo al cambio. No hay tiempo para persistir en la banalización de la política porque desgraciadamente ese tiempo no está vacío: lo pagan muy caro los más débiles, que sufren los costes de un sistema económico cruel y deshumanizado.
Pocas aseveraciones pueden llevar a la melancolía y la desesperación como la que realizó François Furet cuando concluía que estamos condenados a vivir en el mundo que vivimos. Negar la capacidad de la política como instrumento de transformación de la sociedad a cambio de un funcionamiento correcto de una realidad injusta, supone la limitación onerosa del acto político en ese intento perverso de llevar la política a los ámbitos conceptuales de “que las cosas funcionen.” Se ignora que el verdadero acto político no es simplemente que cualquier cosa funcione en el contexto de unas relaciones injustas sino precisamente aquello que modifica el contexto que determina el funcionamiento de las cosas. Sólo la izquierda promueve un cambio real, el que concibe la política como instrumento de transformación, de impulso cívico encargado de abrir caminos hacia una sociedad más justa, libre y solidaria. Por ello, es imprescindible la soberanía de la política, el valor del cambio, la irrenunciable primacía de los principios; caminos que el socialismo no puede abandonar sin dejar de serlo. Y el cambio debe empezar por el mismo partido socialista.
En el ámbito de la crisis global que estamos viviendo; mientras el capitalismo trata de restaurar su musculatura empobreciendo a capas más amplias de la sociedad; mientras una contrarrevolución sin escrúpulos amenaza las conquistas políticas y sociales de los dos últimos siglos; en el desorden de un marco geopolítico que hace saltar todas sus costuras; en el horizonte de un colapso energético, ecológico y antropológico sin precedentes; en medio de esta crisis sistémica, ¿qué significa ser de izquierdas? La manifiesta desafección de las mayorías sociales de progreso al partido socialista, en un contexto en el que lo que está en crisis son las recetas neoliberales; el amplio mandato otorgado por las urnas a la derecha para que actúe sin complejos en contra de los intereses de amplios sectores de la ciudadanía, supone la necesidad de abrir un espacio de reflexión en el contexto de la izquierda para sobresanar la crisis que padece de posición y de función dentro de la sociedad española.
El socialismo ha pasado de ser un proyecto para transformarse en una situación y las situaciones son cambiantes cuando se actúa en el vacío, cuando se corre el peligro de transformarse en el joven Werther, el personaje de Goethe, cuya tragedia fue la de no encontrar un camino cuando su propia historia le puso ante lo imposible. Es el momento de fijar la ideología como la pulpa nutritiva de un proyecto transformador fundamentado en la acción política y no en la gestión burocrática; la izquierda, como consecuencia, debe reconocer el carácter antagónico de la vida social y aceptar, por tanto, la necesidad de tomar partido ante la presunta neutralidad tecnocrática de la gestión eficiente de una realidad injusta. Es necesario, asimismo, la oxigenación de la vida partidaria ensanchando la democracia interna que propicie el debate de ideas y la participación. Otra cosa no puede sino significar un continuismo estéril que perpetuaría un camino que ya sabemos que no conduce a ningún lado. No hay contradicción más flagrante en un partido de izquierdas, y, sin embargo, tan habitual, que la incapacidad de renovación, la pérdida de esa capilaridad que supone la apertura permanente a la movilidad de personas e ideas. Quizás porque las ideas ya no actúan como principios que estén presentes en la realidad asegurando la armonía y la coherencia del todo, configurando una racionalidad amplia y sistemática.
Por ello, ocurre que cuando una estructura se esclerotiza por un sistema de poder determinado que constriñe la posibilidad de renovación de abajo a arriba, acaba perdiendo el sentido de su propia función. El propio Max Weber se dio cuenta de que el desarrollo político alemán anterior a la irrupción nazi se basaba en el “legado” de Bismarck, que era sobre todo, el de una burocracia muy fuerte y no alterada, en contradicción, incluso ideológica, con el orden institucional liberal. Algo así como el drama de Aquiles, inventor del cálculo infinitesimal para no alcanzar nunca a la tortuga. El poder orgánico se aísla para no ser vulnerable y después se sorprende de que su debilidad esté en intentar construir artificialmente una realidad en la que nadie cree. La patrimonialización del partido es una realidad que no soporta ninguna otra, pues no nace para ser compartida sino todo lo contrario para negar todas aquellas que la impugnan. De esta forma, y fundamentada en una consanguinidad de índole morbosa, es una realidad que sólo obedece a los estímulos de su propia perpetuación. Lejos de todo y de todos sólo es cercana a sí misma.
Devolver el debate al ámbito de las ideas, ampliar la base horizontal de la participación, fundamentar el liderazgo en el ámbito de la capacidad política y no en las redes clientelares, no es algo necesario sino imprescindible. El PSOE vive una grave crisis identitaria que hace que un amplio segmento de la sociedad que se siente de izquierdas no reconozca al partido socialista como una alternativa de izquierdas. La consolidación de una estructura de poder endogámico que derrocha todas las energías en perpetuarse en los puestos de influencia, ha conducido a una organización que actúa en el vacío, alejada de la realidad social y dispuesta en todo momento a contrarrestar cualquier circunstancia atentatoria a su estatus de igual manera que la mantis religiosa inmoviliza a los otros insectos para devorarlos, inyectándoles en las articulaciones un humor anestésico.
Ya hemos visto que mirar para otro lado o pretender que Lampedusa está de moda no dejan de ser unas formas como otras cualesquiera de suicidio. El futuro del socialismo español pasa porque vuelva a ser un proyecto en lugar de una situación ad hoc de intereses irreconocibles desde planteamientos progresistas. Recuperar la capilaridad con la realidad social constituyéndose, desde los principios y la ideología, como un instrumento útil a través de la acción política para satisfacer las demandas de los ciudadanos, es una obligación y una necesidad.


Juan Antonio Molina Gómez
Periodista y escritor