FRACTURA HIDRÁULICA (fracking)


Rectificar es de sabios, empecinarse en los errores es de burros (pido perdón, a estos simpáticos animales, por tan horrible comparación).


Anónimo, y oído desde pequeño a mi padre, que en paz descanse.






¿Por qué y desde cuándo hablamos de fracking?
Fractura hidráulica es la traducción castellana del término anglosajón fracking, utilizado para referirse a una técnica de extracción de hidrocarburos no convencional. Técnica que viene utilizándose intensiva y extensivamente, en USA, desde hace algo más de una década.
Aunque el fracking se conoce desde hace algo más de un siglo, los cambios adoptados en los materiales utilizados para la fracturación de la roca y la evolución tecnológica alcanzada para perforar horizontalmente a grandes profundidades, han permitido explotar yacimientos de hidrocarburos no convencionales que era impensable rentabilizar hasta principios de este siglo.
La técnica de extracción de hidrocarburos convencional (petróleo y gas natural), conocida mucho antes de su explotación intensiva (desde mediados del siglo XIX y fundamentalmente durante el siglo XX y hasta hoy día), ha permitido un desarrollo tecnológico sin precedentes en la civilización occidental, pero las consecuencias de tal desarrollo ponen en evidencia una serie de alteraciones ambientales que amenazan la salud del Planeta y de quienes lo habitamos.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) hizo público, en noviembre de 2010, que la producción de petróleo alcanzó su máximo nivel de extracción (pico o cénit del petróleo) en 2006. Este hecho, junto al preocupante aumento de la demanda (incorporación de países como China, Brasil e India) pone en evidencia la insostenibilidad del actual sistema económico y el modelo de vida que, en la civilización occidental, lleva aparejado.
El modelo económico en el que se asienta nuestra sociedad occidental está sustentado sobre el petróleo y sus derivados, para el transporte (Gasolina, turbosina, diesel…), para el uso industrial o doméstico (queroseno, gas natural -propano, butano-, fuel oil…) y también como materia prima para la fabricación de disolventes, aceites lubricantes, pinturas, tintas, productos agrícolas, cauchos, ceras, asfaltos, plásticos, neumáticos, poliéster, detergentes, fungicidas, plaguicidas, nylon, … Sin el petróleo y sus derivados la vida que conocemos actualmente sería literalmente, si no imposible, al menos muy diferente.
Es en este contexto global donde debemos situar la actual polémica sobre la fractura hidráulica. ¿Es oportuno continuar con un modelo de sociedad basado en las energías fósiles? ¿Debemos seguir, a pesar de las emisiones de gases de efecto invernadero, del calentamiento global, del altísimo riesgo de contaminación basando el desarrollo tecnológico en el mundo de los hidrocarburos? EEUU, el mayor de sus consumidores, apuesta por continuar apurando las energías fósiles aunque sea a base de la extracción de petróleo y gas no convencional (pizarra o esquisto, arenas compactas, arenas bituminosas…).
Desde hace unos años, desde que se concedieron los primeros permisos de estudio, investigación y prospección en el País Vasco, la polémica ha ido creciendo al mismo ritmo que los permisos de investigación y prospección han alcanzado a la mayoría de nuestras comunidades autónomas.


Dos visiones contrapuestas
No cabe la menor duda que la energía es uno de los vectores esenciales en la construcción de cualquier civilización. Esta afirmación es compartida por ambas visiones, sin embargo, los modelos de sociedad que representan las hacen contrapuestas. Mientras las energías fósiles representan la globalización, las energías renovables representan la glocalización.
Quienes apuestan por el fracking apuestan por mantener el modelo energético del pasado reciente (siglos XIX y XX) basado en las energías fósiles (energías que se han evidenciado sucias y contaminantes, finitas y no renovables). Apostar por el fracking, es seguir insistiendo en mantener los actuales hábitos de consumo e ineficiencia, o lo que es lo mismo, proponer un modelo social insostenible y antidemocrático pues concentra la producción y la distribución energética en manos de una oligarquía multinacional que hace de la dependencia a los hidrocarburos su poder.
La apuesta por el fracking basa sus argumentos en dos ideas motoras: alcanzar nuevos yacimientos que posibiliten un posible abaratamiento de los precios, provocando una supuesta soberanía energética y la creación de multitud de puestos de trabajo (no debemos olvidar que los conceptos que desarrollan estas ideas motoras son: crecimiento, competitividad, consumismo y autoridad de los mercados). Sin embargo, esta postura no se para a considerar que el petróleo se produce en el interior de la Tierra por la transformación de la materia orgánica acumulada hace millones de años, lo que lo convierte en un recurso natural no renovable.
En la actualidad el petróleo es utilizado como el principal recurso energético para la industria y los transportes en el denominado mundo occidental o “desarrollado”, aunque se hace necesario recordar que en la antigüedad su uso era diferente y hasta mistad del siglo XIX no empieza a utilizarse como base para el alumbrado en las grandes ciudades. A finales del siglo XIX, y sobre todo durante el siglo XX, se empieza a utilizar como combustible para los motores y, por tanto, para el transporte. ¿Por qué digo esto? Porque parece que sin petróleo no sería posible la vida cuando, en realidad, ha sido utilizado como base energética sólo durante un siglo. Quienes apuestan por el fracking, no consideran, tampoco, las nefastas consecuencias que las emisiones de CO2, CFC, Metano… están provocando en la atmósfera (calentamiento global) y sus desastrosas consecuencias para la vida en la Biosfera. El modelo social que proyecta este modelo energético, como ya ha quedado puesto de manifiesto, es consumista, ineficiente, insolidario, irrespetuoso con el medio ambiente y muy antidemocrático pues su gestión se concentra en poquísimas manos y configura un modelo de globalización.
Quienes nos oponemos al fracking, representamos una visión diametralmente opuesta de sociedad. Apostamos por un modelo energético del siglo XXI, que sustituya los hidrocarburos como base del modelo energético actual y que se decante por invertir en los avances tecnológicos producidos en el mundo de las energías desde que el calentamiento global ya no es cuestionado por nadie, desde que ha sido aceptado como evidencia científica e irrefutable y que, por tanto, nos obliga a reducir, en la medida de nuestras posibilidades, las emisiones de gases de efecto invernadero.
Las energías renovables no son una novedad. Los molinos de viento, el sol, las norias… han sido utilizados para diversas acciones como moler, regar, calentar,… Los avances tecnológicos, que tienen que ver más con el siglo XXI que con el pasado, están permitiendo dar un uso diferente a estas energías renovables, limpias, no contaminantes, respetuosas con el medio ambiente y bastante más democráticas ya que su gestión configura un modelo de glocalización.
Sin entrar a considerar la soberanía energética que representan las energías renovables, he de comentar, también, la descentralización que representan las renovables frente a la centralización de las energías fósiles (hay yacimientos donde los hay y, desde esos lugares, han de ser transportados al resto del mundo, lo que supone un incremento del gasto innecesario y un mayor riesgo de accidente).
Si consideramos, además de todo lo expuesto, el conocimiento y la propiedad de patentes de las diferentes tecnologías la comparación no se soporta. El fracking y el cóctel de químicos que, junto a la arena y los millones de toneladas de agua dulce, se inyectan en las entrañas de la Tierra, es tecnología y patente americana, mientras que las renovables ponen a España entre los países que lideran a nivel mundial estas tecnologías. (De hecho son empresas españolas las que están desarrollando los parques renovables en los EEUU).
La defensa del modelo económico y social, basado en las energías fósiles, es cortoplacista y anticuada por cuanto mira más al modelo del siglo XX que al del siglo XXI. Las energías alternativas deben superar las contradicciones que el actual modelo no ha sabido superar. Debemos basar nuestra tecnología en energías limpias y no contaminantes que reduzcan y eviten las emisiones de CO2 y Metano, principalmente. Debemos basar nuestra tecnología en unas energías renovables que hagan sostenible cubrir nuestras necesidades y que sepan respetar los límites de la Biosfera. La sociedad glocal debe apostar por un modelo energético solidario y eficiente, que no olvide que la energía es uno de vectores imprescindible en cualquier civilización y que ésta no debe seguir obviando las condiciones de vida de más de la mitad de la población mundial
Las posibilidades reales de conocer la situación mundial, a través de los medios de comunicación, fundamentalmente Internet, han provocado una revolución del conocimiento, no sólo en cuanto a la información sino también a su inmediatez. Esta transformación está generando una conciencia glocal de que otro desarrollo económico, político, social y cultural es posible. Así pues, apostar por continuar o no con el uso de las energías fósiles, nos muestran dos visiones contrapuestas de entender y comprender que conceptos como futuro, desarrollo, progreso… no tienen una única y determinada dirección, son opcionales, son posibilidades que se nos ofrecen para elegir otros posibles futuros, otros posibles desarrollos u otras diferentes maneras de entender y comprender qué es y cómo progresar colectivamente, en sociedad.


¿Quiénes están detrás del fracking y qué nos ofrecen?
En España, quienes apuestan por la fractura hidráulica, son fundamentalmente empresas multinacionales con fuertes intereses económicos. En octubre de 2012, según su propia página web, se constituyó, para defender los intereses del fracking en España, la plataforma Shale Gas España, patrocinada por diferentes empresas del sector. La construcción de este poderoso lobby tiene como objeto principal influir todo lo posible en quienes toman las decisiones (los gobiernos) para que éstas sean beneficiosas a sus intereses.
Pero ¿qué nos ofrecen a cambio? Lo fundamental ya ha quedado expuesto más arriba: posible abaratamiento de los precios en la adquisición de energía y supuesta creación de empleo.
Sin embargo, se olvidan mencionar que en el proceso de reflujo o de retorno a la superficie (sólo se recupera entre un 15 y un 80 % del fluido inyectado, el resto se queda en el subsuelo) del gas natural se liberan, también, otros gases como el metano, residuos altamente tóxicos, cancerígenos, mutagénicos, metales pesados y otros elementos radioactivos. Olvidan mencionar, también, la contaminación y toxicidad de acuíferos subterráneos y en superficie. La sobre explotación de recursos finitos como el agua potable para la agricultura, la ganadería y la propia vida humana.
Las consecuencias para la salud humana y la del planeta se ponen en una balanza para competir con los posibles beneficios de unas empresas que, una vez alcanzados sus objetivos económicos, se marcharán dejándonos un paisaje transformado, contaminado y arruinado, imposible de reutilizar.
Lo dicho, el uso del petróleo y sus derivados ha permitido un desarrollo tecnológico sin precedentes en la civilización occidental, pero las consecuencias de tal desarrollo ponen en evidencia una serie de alteraciones ambientales de altísimo riesgo que amenazan la propia vida del Planeta. Aún estamos a tiempo, “rectificar es de sabios, empecinarse en los errores es de burros”.




Isidro Maqueda


El diseño de Doñana



Hace ya meses que conocimos la noticia: la filial de Gas Natural, Petroleum Oil Gas-España, almacenará combustible en el subsuelo de Doñana. Así, vuelve a debate la explotación del entorno y la permisividad de los poderes públicos ante la misma, como refleja la actuación del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente al otorgar una Declaración de Impacto Ambiental (DIA) favorable a la empresa de gas natural; lo que significa el pistoletazo de salida para la construcción del gaseoducto en la zona natural de Doñana. A ello se oponen organizaciones ecologistas como WWF, quien presentó en febrero denuncia ante la Comisión Europea y partidos como EQUO. Por su parte, Ecologistas en Acción afirma que la aprobación incumple el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales, que prohíbe este tipo de actividades a menos que sean de “interés general”.

Y es que Doñana no es sólo la zona natural en la que se realizaría el gaseoducto, también el Parque Nacional que ya se ha visto alterado en otras ocasiones. La zona es rica por su biodiversidad y fue declarado por la UNESCO patrimonio de la humanidad en el 94. Cabría pensar que por estos honores, la zona cuenta con la máxima protección ambiental, sin embargo, tanto la ruptura de la balsa de residuos durante la gestión de la empresa Bolidén en Aznalcollar (que ahora vuelve al debate con el anuncio de presentar a concurso su explotación) como el vertido de hidrocarburos de la compañía CEPSA en Huelva han provocado la destrucción de parte de esa biodiversidad por la que Doñana fue reconocida.

Comprender lo que esto significa implica entender la interdependencia que existe entre las especies (incluída la humana) que en la zona co-habitan. En definitiva, entender el diseño.

La interdependencia de los conflictos.
El medio ambiente aún no ha alcanzado el reconocimiento que merece para nuestra supervivencia como especie. Es decir, que no existe aún desde la administración una defensa del ecologismo que tenga como perspectiva el medio ambiente integrado con las sociedades humanas. A pesar del cambio climático, el aumento de la temperatura terrestre y los cambios que provoca, se sigue explotando a la naturaleza con fines de rentabilidad empresarial que responden al “interés de unos cuantos” y bajo la lógica del productivismo. Tampoco en la ciudadanía existe una integración con la naturaleza, ya que, en definitiva, los proyectos en Doñana harán más confortable la vida de los consumidores de gas natural. Un gas natural que no llega a las casas por arte de magia, sino que plantea un doble conflicto: el de la extracción y el del almacenamiento. El permiso que el ministerio ha otorgado a la filial de Gas Natural para almacenar gas en el subsuelo de Doñana hay que estudiarlo junto a la extracción de gas que la compañía Repsol está realizando en la zona de Cádiz [1]. La alarma del fracking como técnica para esa extracción aparece en escena. Sin embargo, la compañía niega utilizar la técnica [2] y además afirma [3] que no está sacando gas de Doñana sino de los yacimientos que posee en el Golfo de Cádiz. La cuestión aquí es el tratamiento de las aguas residuales.

Felipe Fuentsaltz, de WWF, denuncia la falta de transparencia en el tratamiento de esas aguas residuales que no se sabe exactamente dónde van ni cuál es su tratamiento. Según la propia compañía [4] el punto en el que depositan esas aguas fue acordado con el Ayuntamiento de Helva. Fuentsaltz indica que esas aguas residuales las vierten en la depuradora de Aguas de Huelva, empresa municipal que se encarga de la gestión del agua en la localidad. Juan Manuel Buendía, de Mesa de la Ría, agrupación política que cuenta con un concejal en el Ayuntamiento de Huelva, explica que han presentado una queja a la Unión Europea que se admitió a trámite. La queja responde a que desde Mesa de la Ría entienden que Repsol no tiene autorización ambiental unificada para esa extracción de gas. Una autorización que previene la producción de residuos, las emisiones a la atmósfera, al agua y al suelo. Buendía explica que pidieron un informe de impacto ambiental a Aguas de Huelva y junto a Fuentsaltz critica la falta de transparencia.

WWF denuncia además que la compañía no invierta parte de su capital en la construcción de la instalación técnica necesaria para la depuración del agua residual y la permisividad de la administración en este caso. Yo misma pregunté a la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía por el caso: ¿Qué mecanismos les garantizan que los vertidos residuales tienen un plan de eliminación en el caso de la extracción de gas natural de los pozos de Repsol en la bahía de Cádiz? Silencio…

Junto al gas natural, el dragado del Guadalquivir se convierte también en un problema que afecta a Doñana. Felipe Fuentsaltz explica que “antes de realizar el dragado habría que resolver problemas medioambientales graves como la pésima calidad del agua debido a la contaminación y a la mala depuración”. Dice que el saneamiento de las aguas es malo y cada vez entra más agua del mar, lo que provoca un aumento de la salinidad que acarrea problemas en la agricultura y en la vida de los peces. Ello se traduce en conflictos socio-económicos, ya que el aporte de agua dulce del estuario enriquece las zonas de arrozales y la pesca tradicional y “si dragamos el Guadalquivir nos cargamos el estuario”, explica el miembro de WWF.

La economía del bajo Guadalquivir y la biodiversidad de Doñana se ven afectados en ese diseño interdependiente de los ecosistemas. El ecologismo, entendido como la visión integral del entorno en el que se asientan las sociedades humanas y la acción que esas sociedades ejercen sobre el entorno, es hoy más necesario que nunca dentro de las administraciones. El caso de Doñana es sólo un ejemplo de esa interdependencia de los eco-sistemas. Pensar en clave de diseño interdependiente dinámico nos llevaría, desde el ecologismo, a buscar soluciones biodegradables para nuestros residuos y emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, principal causa del cambio climático. No basta con regular, las regulaciones son “una muestra de un error de diseño, es lo que llamamos una licencia para dañar: un permiso emitido por un gobierno, a favor de una industria, que permite a ésta dispensar enfermedades, destrucción y muerte a una tasa aceptable[5]. Es necesario una estrategia transformadora y existen colectivos y organizaciones que se encargan de estudiarlas y de ponerlas en marcha dentro de un entorno reducido, pero existen y son una apuesta clara de cambio.
....................
[1] Repsol tiene el 30% de las acciones de la compañía de Gas Natural-Fenosa. Junto a Caixa Bank (35%) es accionista mayoritario.
[2] Noticia publicada en la web del diario El País en la sección de Andalucía el 18 de marzo de 2013.
[3] Noticia publicada por el diario El Cofidencial en la sección de Economía a fecha del 18 de marzo de 2013.
[4] Noticia publicada por El Cofidencial a fecha 2 de abril de 2013.
[5] W. McDonough y M. Braungart en Cradle to Cradle. Rediseñando la forma en que hacemos las cosas. Ed. Graw Hill. Pag - 56

Marina Agraz // Coportavoz de EQUO Sevilla.

Modernizar los partidos, o cuando la dirección no necesita a sus bases


 


Hace unos días expresaba en otro post (http://elconsultoriodegonzalezcabrera.blogspot.com.es/2013/06/cinismo-gubernamental.html), que tras su llegada al gobierno, el PP ha conseguido que la opinión ciudadana no se conforme libremente, sino que lo haga condicionada por los diferentes medios de comunicación que el partido gobernante tiene a su disposición. La consecuencia negativa de ese modelo de gobierno es inmediata: el debilitamiento del sistema democrático.

Aunque el responsable hoy es el PP, los partidos gobernante caen con facilidad en la tentación de actuar así. El grado de debilitamiento del sistema que provocan con esa actuación, es directamente proporcional al nivel del poder mediático que ejercen. La consecuencia de esta manipulación informativa, es que cuando votamos, no apoyamos un proyecto porque nos sintamos implicados en él, sino porque esos medios hacen que fulano, cabeza visible de un proyecto, nos caiga mejor que mengano, aunque el proyecto del segundo pueda ser mas válido.

Esta manipulación consentida nos conduce a dar nuestro apoyo a un partido del que desconocemos cual es su proyecto político, y paralelamente a que el sistema de representación política no funcione representando la realidad del electorado. Que nadie en los partidos se extrañe entonces, del cada vez es más repetido "no nos representan".

Curiosamente, en ese contexto en el que no nos sentimos representados por los partidos a los que otorgamos nuestro voto, se está dando además un fenómeno de exigencia de más democracia representativa, y somos muchos los militantes de partidos que reivindicamos un más importante papel de las bases en la toma de decisiones.

Como no puede ser de otra manera, ese tipo de peticiones resulta a los ojos de los aparatos de los partidos, propio de "iluminados". Su actitud es esa, porque ese protagonismo que queremos para las bases, solo tiene sentido en el modelo del partido de masas, el tradicional, pero no en los partidos de hoy en los que, aunque nos pese, ese modelo de partido en manos de la militancia parece que se ha quedado anticuado. Hoy los partidos están controlados mediante la tecnología y los medios de comunicación, y los responsables de su organización cada vez están más en esa línea.

No solo la adopción de decisiones por la militancia se percibe por las direcciones como algo del pasado, sino que también la financiación de los partidos influye en que la militancia pierda valor, puesto que cada vez es proporcionalmente mayor la financiación procedente del estado respecto a la de los militantes. Si a eso se añade que cada vez los militantes somos menos imprescindibles en las campañas electorales, limitándonos a aportar mano de obra gratuita y aplaudir en los mítines, hay pocos argumentos de contrapeso para exigir. Y aunque algún compañero argumenta que esto no es así y que en muchos casos se nos pide opinión a los militantes, la realidad muestra que cuando eso ocurre se pide para aclamar al líder o para solucionar lo que el aparato del partido no consigue solventar. Esto hace que en muchos partidos políticos, los militantes de base resultemos una mosca cojonera molesta para los aparatos.

Es innegable que tenemos que asumir que los tiempos han cambiado, y que hoy las campañas electorales se hacen en los medios de comunicación, y aunque el contacto directo de los militantes con el elector es un mecanismo eficaz, cada vez está más en desuso. A los partidos modernos les basta con elaborar un mensaje mediático breve sobre la idea central del programa electoral, y presentarlo de manera que resulte atractivo. Son campañas más caras y profesionalizadas que las de antes, pero sobre todo son campañas dirigidas a los electores, y no a las bases del partido.

En España, también existe otro matiz importante a tener en cuenta al analizar el funcionamiento de los partidos políticos: el fenómeno de la histórica preponderancia del bipartidismo. Hace unos días, comentaba el papel de las bases de los partidos con Javier, un amigo sevillano, a propósito de las primarias andaluzas, y él me aportaba el concepto de "partido cártel" en referencia a cómo actúan en sus posicionamientos los dos grandes partidos de nuestro país.

El concepto de cártel económico (un acuerdo formal entre empresas del mismo sector, cuyo fin es reducir o eliminar la competencia en un determinado mercado) le es aplicable a nuestros dos partidos mayoritarios. El gran objetivo de los dos grandes partidos es ganar las elecciones, y para conseguirlo ponen trabas a la entrada a nuevos partidos. Lo hacen porque es el sistema el que les ha puesto a ellos en el parlamento, y ellos no encuentran ningún estimulo para cambiar eso, y aun reconociendo la imperfección del actual sistema de representación, no lo cambiarán porque les huele a harakiri. Los partidos cártel puede decirse que forman parte del Estado, y necesitan y son necesarios al sistema, pero no a sus bases sino a sus aparatos.

En resumen, los partidos que no necesitan a las bases, que se financian básicamente del estado (otra cosa es la inmundicia de la Gürtel) y que, con un mensaje mediático, solucionan sus campañas electorales, son lo que hoy conocemos como partidos modernos. Y no me parece bueno para la democracia.



El PSOE es uno de esos partidos modernos, por eso a algunos nos choca que se vayan a realizar primarias en Andalucía. Se admiten porque lo que se elige es candidato a encabezar cartel electoral, no candidato a Secretario General. La resistencia por parte de la dirección federal es a la elección del Secretario General bajo la fórmula de un militante un voto.

Puede resultar contradictorio con lo argumentado hasta el momento que, aunque a bandazos, se vaya admitiendo el mecanismo de primarias, y más aún si se presenta como un aumento de la capacidad de decisión de las bases. En todo caso, admitiendo que al ser para elegir SG las primarias resultaron una conquista en Galicia, fruto de una lucha de la militancia frente a la dirección, tampoco parece estatutariamente correcto que ahora se admitan para candidato en Andalucía sin que se precise tan siquiera aprobar un acuerdo congresual; salvo que se esté convencido de que las bases dirán lo que propone el aparato.

Ya sé que muchos que lean este post, van a tacharme de poco optimista y bastante suspicaz con la dirección. Si no soy optimista es porque los resultados electorales últimos y las encuestas de voto recientes no me dejan serlo. Si soy suspicaz es porque la dirección me ha hecho que lo sea. Al menos compartiréis conmigo que lo de Andalucía tampoco resulta sencillo de entender.

Dicen los mayores que en política nada es gratis, y por eso creo que pronto se conocerá el precio a pagar por la militancia por estas concesiones de la dirección. Sinceramente, me gustaría que toda esta reflexión solo fuese el fruto de un mal sueño. Lo sabremos con el tiempo.