¿Es la ecología política de izquierdas?

 





Desde la aparición del movimiento ecologista en la escena socio-política y mediática, numerosos pensadores y teóricos discuten su posicionamiento en el tablero político heredado de la oposición entre izquierda y derecha, entre trabajo y capital (1). Hoy el debate sigue abierto y se ve reforzado por el amplio debate ideológico en el seno del ecologismo político y social —a nivel local, europeo y mundial— acerca del margen de actuación dentro del sistema capitalista, por la estructuración e institucionalización del movimiento verde en Europa y por la dinámica de unión de este movimiento en España en busca de un espacio propio (2).

  Para aportar una piedra a la reflexión, es necesario primero plantear un modelo básico de análisis. Mientras que en España se siguen clasificando las teorías y fuerzas políticas según un eje tradicional y unidimensional (derecha/izquierda), los anglosajones utilizan a menudo un esquema bidimensional basado en el eje clásico —de corte económico— izquierda/derecha y otro eje de corte social autoritario/libertario. Esta primera distinción permite resaltar unos matices o semejanzas relevantes sobre orientaciones ideológicas que se suelen confundir o alejar de forma abusiva en el eje unidimensional (3). Si bien queda patente que es necesario superar el análisis unidimensional, la crisis ecológica requiere también la superación del análisis bidimensional y la construcción de un esquema tridimensional. De hecho, con la llegada del ecologismo en el terreno sociopolítico y la necesidad de tener en cuenta también los aspectos medioambientales, este tercer eje corresponde a la dialéctica fundamental planteada por la ecología política entre productivismo y antiproductivismo. Dada la magnitud de la crisis ecológica y si se considera que la oposición entre capital y trabajo ya no es la única determinante (más bien podríamos hablar de oposición entre capital y vida) y que la cuestión de la orientación y el sentido de la producción dentro de un mundo finito pasa a ser crucial, postulo que el eje productivista/antiproductivista se convierta en un eje estructurante y diferenciado. De hecho, desde una perspectiva ecologista fuerte, no supone diferencia apreciable quién posea los medios de producción, «si el proceso de producción en sí se basa en suprimir los presupuestos de su misma existencia» (Dobson, 1997: 55).  Ahora bien, tratemos de ubicar en este escenario tridimensional la ecología política (véase a modo de resumen la figura abajo), ideología que tal y como ha sido definida en este artículo aporta una visión crítica, transformadora y global y que vincula permanentemente los aspectos ecológicos y sociales. Primero, al luchar por una sostenibilidad fuerte —su identidad fundadora y federadora—, la ecología política se sitúa sin ningún tipo de duda en el lado antiproductivista del eje productivismo/antiproductivismo. Segundo, tal y como hemos visto, la ética de la liberación, la lucha por la emancipación y las referencias continuas a la autonomía y libre producción individual están en el corazón de la ecología política. Al defender la radicalidad democrática, la participación desde lo local, el empoderamiento personal y comunitario, y al criticar el papel de las autoridades jerárquicas o burocráticas del Estado —y su injerencia en la vida de su ciudadanía— y de las instituciones esclavizantes denunciadas por Illich, tiende a inclinarse por tanto hacia el eje «libertario». En este contexto, donde se entremezclan raíces anarquistas (Bookchin, 1988), existen puntos de conexión tanto con la izquierda libertaria como con la matriz liberal —y la consiguiente importancia de los derechos individuales—, siempre contrarrestado sin embargo por la noción de solidaridad.  Figura: La ecología política en el escenario tridimensional La ecología política en el escenario tridimensional


En cuanto al eje económico y a pesar de su unánime promoción de la justicia social, ambiental y global, no se puede llegar a una conclusión tajante, dado el amplio abanico de posturas actuales en la familia ecologista. Si se admite que el ecologismo en Europa, y por tanto sus propuestas económicas, puede variar desde el ecosocialismo hasta el ecoliberalismo, puede considerarse a menudo la economía ecológica como un objeto difícil de identificar y ubicar para los economistas. Se podría avanzar que la economía desde un punto de vista ecologista tiende a superar al mismo tiempo las tesis (neo)liberales y el marxismo ortodoxo, sin descartar por dogma y principios cualquiera de sus aportaciones o cualidades. Así, además de plantear la imprescindible necesidad de regulación de la economía y del mercado y «una planificación descentralizada» ante la “ilusión neoliberal”, el economista ecológico René Passet suele escribir que el mercado posee dos virtudes: por un lado, su cualidad de «liberador y catalizador extraordinario de iniciativas individuales», y, por otro, una impresionante aptitud para multiplicar los centros de decisión que le confiere una gran «capacidad de adaptación» (2001).  De hecho, la búsqueda de una tercera vía entre colectivismo y liberalismo es constante. Y por lo menos se asienta en un principio de la bioeconomía: un subsistema no puede regular un sistema que lo engloba. En este marco se plantean varias propuestas, con muchos puntos de encuentro y a veces disensos internos fuertes, como el decrecimiento y «la descolonización del imaginario colectivo» (Latouche, 2008), la prosperidad sin crecimiento (Jackson, 2011), el “New Deal” verde (4) que preconiza —desde una visión neo-keynesiana que emula el New Deal de Roosevelt para salir de la crisis de 1930— una fuerte inversión en la seguridad energética, las infraestructuras que reducen las emisiones de carbono, las “industrias ambientales” y la protección ecológica, o una “economía verde” que a través de una economía plural con mercado (y no «de mercado») alcanza el decrecimiento de la huella ecológica, no cae en la trampa del efecto rebote y garantiza la igualdad y la solidaridad (Canfin, 2006). En todos los casos, los postulados ecologistas en materia económica intenta ir más allá tanto de la lógica del mercado como de la lógica público-estatal a través por ejemplo de la «economía solidaria y social», (Lipietz, 2002), de la relocalización de la economía (y sus proyectos asociados: monedas locales, bancos de tiempo, circuitos cortos de consumo y producción como los grupos de consumo, cooperativas de energía o de vivienda, etc.), de la «economía de la gratuidad» (Gorz, 1997) y del refuerzo de los proyectos cooperativos y comunitarios (es decir por ejemplo la gestión de lo común, que no se puede confundir con la defensa de lo público-estatal). Por último, al criticar la sociedad industrial del trabajo asalariado y la huida hacia delante del productivismo a través del triángulo «producción, empleo, consumo» (Roustang, 2003), el ecologismo —aunque no de forma unánime—(5) cuestiona la meta del pleno empleo en clara contradicción no sólo con el capitalismo dominante sino también con muchos de los planteamientos de los sindicatos y los movimientos de izquierdas tradicionales y mayoritarios. Esta crítica a la sociedad del trabajo subyace también en la voluntad de reducir la jornada laboral y repartir el trabajo, o de desconectar de manera más o menos radical la renta y la contribución productiva. De esta manera se puede explicar que las formaciones ecologistas están en la primera fila de las fuerzas políticas que han mostrado en los países industrializados un interés manifiesto —lo que no significa consenso interno— por la renta básica de ciudadanía universal e incondicional (Parijs y Vanderborght, 2006: 115-118).(6)  Estas diferentes brechas abiertas por el ecologismo son estructuralmente un ataque al sistema capitalista basado en la acumulación, el fetichismo de las mercancías y la explotación del trabajo asalariado, lo que lo aleja de las teorías neoliberales dominantes. Al mismo tiempo, por su rechazo al dogma del crecimiento y aunque puede (y debe) converger en algunos análisis teóricos e instrumentos prácticos, el ecologismo político representa una matriz ideológica independiente de las corrientes socialistas o keynesianas. Al fin y al cabo, la ecología política hereda, sintetiza y supera —según el principio de que el todo es mayor que la suma de sus partes— tres valores que aportaron respectivamente el liberalismo político, el socialismo (7) y el antiproductivismo en diferentes periodos de estos últimos tres siglos: la autonomía (del individuo o de la comunidad para decidir su propio camino), la solidaridad (dentro de la comunidad o del espacio público para no dejar a nadie excluido de este camino, prima la defensa de las personas marginadas y oprimidas) y la responsabilidad (hacia los países del Sur, las generaciones futuras, el planeta y los demás seres vivos para que a su vez puedan decidir su propio camino).

Dada la existencia de un cuerpo ideológico coherente que ocupa un lugar original en el análisis tridimensional del tablero socio-político, considero por tanto que existe un modelo autónomo de ecología política. Frente a la crisis ecológica, social y de civilización, la ecología política es una nueva matriz transformadora adaptada a los retos actuales, la «nueva esperanza» para el siglo xxi para que la especie humana se proteja de sí misma y sobreviva en condiciones decentes, en el Norte y en el Sur, en el presente y en el futuro. 


 
(1) Véase por ejemplo la valiosa aportación de Valencia, Ángel (ed.) (2006): La izquierda verde, Barcelona, Icaria.
(2) Aquí me refiero concretamente a la irrupción de Equo en el panorama político como confluencia de la Fundación Equo, de la Coordinadora Verde y de más de 30 partidos verdes, poniendo fin a un ciclo de división endémico y de falta de liderazgo.
(3) Principalmente, en tales análisis, observamos por un lado la confluencia entre sistemas totalitarios, ya que el autoritarismo (véase Pol Pot o Stalin) no es únicamente una consecuencia de ideologías de «derechas», y por otro lado la creciente cercanía entre ideologías de los principales partidos en el poder en las sociedades occidentales. Más allá de los discursos y etiquetas de cada cual, las comparaciones (por ejemplo, entre los diferentes partidos de izquierdas en el mundo) podrían dar un resultado sorprendente. Seguramente la «Izquierda» (y por tanto el eje izquierda/derecha), más que un concepto bien definido hoy en día, se sustenta en un imaginario colectivo histórico que no refleja la diversidad del panorama ideológico Véase más información en: <http://www.politicalcompass.org/analysis2>
(4) Véase por ejemplo las visiones de Lipietz (2012) o del Partido Verde europeo sobre el “Green New Deal”.
(5) El Partido Verde europeo, en su documento A green economic vision of Europe, ha llegado a un compromiso de superación del objetivo de «pleno empleo» hacia la «plena actividad».
(6) Mientras el Partido Verde europeo sigue sin tomar una posición clara al respecto, partidos como el finlandés, francés o austriaco apuestan por la renta básica y otros muestran su rechazo (Países Bajos) o su fuerte división interna (Alemania). En España, la organización Equo se ha posicionado a favor de la renta básica de ciudadanía.
(7) Al igual que la corriente ecosocialista, no nos referimos a las variantes burocráticas, productivistas, estatalistas o totalitarias del socialismo (como el estalinismo) sino a sus variantes descentralizadoras, no autoritarias o utópicas.






Publicado en la revista Cuides, nº9, octubre 2012 (*). Este es el séptimo artículo de ocho en la serie “¿Qué es la ecología política? Una vía para la esperanza en el siglo XXI”.

(*) Se basa en una adaptación y actualización de la publicación Marcellesi, F. (2008): Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde, Bilbao, Bakeaz (Cuadernos Bakeaz, 85).
 


POR QUÉ ESTOY TRABAJANDO EN PODEMOS


En mi reflexión tras las elecciones europeas, intenté analizar como quedaba el panorama político tras el ascenso fulminante de PODEMOS y el fracaso relativo del resto de candidaturas que se presentaban como ALTERNATIVAS al sistema político actual.
Por diferentes causas, que van desde el personalismo de sus cabezas de lista, hasta los discursos planos y no emocionantes e incluyentes, o demasiados técnicos, o simplemente reproductores de ciertos tics del viejo sistema de partidos, la verdad es que la mayoría de la gente que quiere un cambio radical y sustancial, y que en estos momentos son muchos, diría muchos más que en los últimos 20 años de vida política de nuestro sistema “democrático” o mejor dicho del Régimen del 78, ha percibido a PODEMOS como la herramienta más cercana, más potente e ilusionante que se desplegaba sobre la mesa.

Muchos dirán que el efecto mediato de algunos de sus líderes, y yo digo que es posible que parte del éxito sea ese, pero no podemos percibirlo como un elemento negativo, bien al contrarío, es un éxito que tenemos que explotar, analizar y repetir, mejorando todo lo posible, para conseguir nuestros objetivos.
Si el resto de actores que estábamos trabajando iniciativas unitarias, no fuimos capaces, o no vimos ese hueco entre las rendijas del PODER, no desmerece el mérito de quien lo han conseguido. Ya sabemos el cuento del zorro que no podía cogerla uvas, y por más que lo intentó terminó diciendo que las uva no estaban maduras.
Ya sabemos el espíritu cainita que siempre ha imperado en las filas de los oprimidos, la izquierda, etc. lo que cada cual quiera identificar. Pero el esfuerzo de contextualizar el momento, la humildad que requiere reconocer que los métodos de algunos han funcionado, y el necesario análisis de la realidad, deben anteponerse a los argumentos miopes y de corto alcance, que a la postre sólo son justificación de mal perdedor.

Partiendo de mi postura personal de persona no afiliada a partidos alguno, que es la mayoría de la población española, entiendo que debemos trabajar en los lugares comunes siempre que representen los anhelos, aspiraciones y metodologías que estamos propiciando en nuestros discursos. De una forma muy práctica tal vez, pero al fin y al cabo, que es un partido o movimiento político (a mí me gusta más este concepto) que una simple herramienta para conseguir objetivos consensuados por la mayoría.
Ni culto a siglas, ni análisis historicistas que tienen otros lugares más académicos y reflexivos, pueden justificar que no nos unamos en torno a la mejor herramienta que en muchos años ha surgido a favor de las mayorías.
Por otro lado comparto el temor, las precauciones y cierto distanciamiento intelectual sobre el proyecto PODEMOS. Cualquier persona inteligente y con experiencia en las luchas sociales debe tener el principio de precaución en alto valor, pero éste no puede anular la ilusión, el análisis concreto del momento y el sentido exclusivamente funcional, para dar el paso que se requiere, sabiendo que puede llegar el momento de retirar el pie si es necesario.

Muchos militantes de este país, iniciamos con ilusión nuestras luchas en las antiguas CCOO de la clandestinidad, y aunque algunos decidimos abandonarla tempranamente y otros más tarde en el tiempo, no desmerece en nada el trabajo fantástico que las CCOO realizaron en los años, 60 y 70 en un desierto político y social.
En aquellos momentos nadie dudaba en trabajar dentro porque era la única opción decente, fueras de una ideología política u otra.
Podríamos poner otros ejemplos, y todos nos llevarían al mismo lugar común de las necesidades concretas en el tiempo y el espacio.
Quizás en un tiempo futuro, si conseguimos nuestros objetivos de regenerar la vida política, dar la vuelta a las causas sociales, y cambiar el esquema de valores jurídicos y constitucionales, o al menos parte de ellos, tengamos que hablar de que PODEMOS no ha cumplido el papel para el que se creó. Pero ya sabemos lo que decía Sócrates sobre la historia, pasar por los mismos lugares pero en un estado superior, etc.

PODEMOS aún es un libro en blanco, eso da muchas posibilidades de escribir páginas bonitas de la lucha social de este país, no desmerece la lucha de otros grupos y partidos en el pasado o en el presente, pero cada tiempo tiene sus héroes y sus villanos.
De momento, los círculos o asambleas, son abiertas y a nadie se pregunta si es de partido o asociación alguna, y creo que así debe seguir, porque es garantía de inclusividad y de algo aún más importante. Si el proyecto que representa PODEMOS fracasa, no dejará un desierto absoluto, sino que los grupos o colectivos que trabajan dentro hoy podrán recuperar algo de su espíritu, y con el tiempo reconstruir otra herramienta. Nos guste o no HA SIDO LA HISTORIA DE LA LUCHA SOCIAL en los últimos tres siglos.

Para aquellos que tienen sus siglas y las llevan con orgullo, sean de partidos o de grupos sociales, la mejor garantía de futuro para el proyecto que quiere representar PODEMOS es que sigan manteniendo sus organizaciones. El verdadero éxito de PODEMOS podría ser que se convirtiera en un resumen de toda la lucha social y política, tanto del pasado y de esa gente que tiene canas y ha mantenido con esfuerzo la llamita de la libertad en tiempos muy duros, como de toda la gente joven o no tan joven que ha descubierto su vocación o su necesidad de actuar en política a partir del 15M.

Por estas razones, he iniciado mi andadura en PODEMOS. No renuncio a nada de lo que he realizado antes, ni los intentos de confluencia, muy positivos y sobre todo bien intencionados. A mi ideología libertaria y no sectaria. A los trabajos de confluencia y unidad que deben seguir en las municipales y posteriormente en autonómicas y generales, en las que estoy implicado plenamente. Porque no entro de forma incondicional poniendo en riesgo mis criterios éticos ni mucho menos. Y porque siempre tendré en cuenta el sentido práctico de la herramienta, el sentido ético de los métodos que nos pueden llevar al éxito, que en ningún caso son “que el fin justifica los medios” sino al contrario. Y por que la gente no sólo a VOTADO el 25M, sino que ha indicado un camino por donde encontrarnos, y no podemos empeñarnos en llevar siempre la contraria a la gente cuando está dispuesta a la pelea, porque los militantes de siempre, no somos la única luz del mundo, ni el ombligo del universo. Acompañemos al pueblo, sin quitarnos nuestra mochila de sentimientos, pero dejemos por el camino recelos injustificados, envidias orgánicas inútiles y análisis mezquinos.
Seamos tan naturales, como los miles de personas anónimas que se han incorporado al proyecto, han votado si miedo al mismo, o están esperando la próxima ocasión para dar el salto.

Yo ya he saltado, pero si en el futuro tengo que volver a saltar con el tren en marcha, sabré cuando, porque no será la primera vez.

Federico Noriega González

Pronunciamiento de la Plataforma por la Renta Básica Universal de Sevilla sobre el Decreto de Inclusión Social y otras iniciativas para paliar la pobreza y exclusión en Andalucía



La Junta de Andalucía ha aprobado recientemente el decreto de “medidas extraordinarias y urgentes para la inclusión social a través del empleo y el fomento de la solidaridad en Andalucía” (BOJA 113 de 13 de junio). A más de ello, en Diciembre de 2013, a iniciativa de IU, se creó en la Cámara andaluza un grupo de trabajo, dentro de la Comisión de Igualdad, Salud y Política Social, que sigue activo –aunque escaso de actividad- para avanzar hacia una Ley andaluza de Renta Básica, en cumplimiento del Estatuto de autonomía vigente, que hace mención a tal concepto, si bien de forma vaga. Y en los últimos días, los sindicatos llamados mayoritarios, junto con otras entidades de la sociedad civil, anuncian una Iniciativa Legislativa Popular andaluza para lograr la aprobación de lo que llaman también una “renta básica” para Andalucía. Tanto la medida institucional como las iniciativas referidas de la sociedad civil pretenden paliar y revertir el incremento de la pobreza en nuestra tierra, que alcanza cotas alarmantes, en extensión y en intensidad. Si bien, creemos que lo pretenden siguiendo fórmulas muchas veces ensayadas y con resultados siempre pírricos.

La Plataforma por la Renta Básica Universal de Sevilla, constituida por la , Asociación pro Derechos Humanos de Andalucía, Sevilla Acoge, Asamblea ciudadana de Sevilla, Asamblea de parados 15-M de Triana, Asambleas constituyentes, Asociación entre Culturas (Apdha), Asociación Tartesos, Comunidades Cristianas Populares, EQUO, Partido Humanista, Red de Solidaridad popular, Renta Básica YA y Yayoflautas. creemos necesario pronunciarnos sobre estas iniciativas y otras que por el estilo vienen proponiéndose desde distintos ámbitos, para Andalucía o para el conjunto del Estado. Con ello queremos también difundir la Iniciativa Legislativa Popular por una Renta Básica aprobada por el Congreso  de los Diputados el 15 de enero de 2014 y subrayar la radical diferencia que supone la Renta Básica Universal, según se entiende internacionalmente (Uncondicional Basic Income (UBI):http://basicincome2013.eu/ ) respecto a las otras “rentas básicas” no universales, sino condicionales y subsidiarias.

Tanto el decreto de Inclusión aprobado por la Junta como la propuesta de “renta básica” que quieren lanzar los sindicatos llamados mayoritarios suponen o supondrían en realidad ayudas o subsidios, que es el nombre que han recibido tradicionalmente y que les corresponde en propiedad, porque son subsidiarias de la situación de los potenciales perceptores respecto del mercado de trabajo y de su patrimonio mercantil. En lo fundamental, se trata de un derecho condicionado a la situación laboral, es decir, que solo lo percibirán aquell@s que demuestren ante la Administración que no tienen bienes económicos, pero que están dispuestos a aceptar cualquier empleo legal, están buscándolo efectivamente y no lo consiguen. Es decir, son políticas que siguen defendiendo que el trabajo es la “única puerta de entrada” para tener derecho a
percibir ayudas públicas.

La filosofía que inspira estas medidas tradicionales contra la pobreza es propia de lo que se ha dado en llamar “sociedades de trabajo”, ya que en ellas el concepto moderno de “trabajo” se ha constituido en el eje legitimador y articulador por excelencia. Porque, según este discurso dominante aun sólidamente asentado, caro tanto a la tradición liberal como a la comunista soviética es el “trabajo” el que crea la riqueza (lo que se conoce como crecentismo). Y en esencia se considera “trabajo” aquellas actividades humanas que reciben una remuneración mercantil o pública, trabajo asalariado (no todas las demás, por importantes que puedan ser para la cohesión social y el sostenimiento de la vida). Deriva de estos supuestos que sólo se crea aceptable que reciban del peculio público aquellas personas que demuestran que no pueden trabajar. Más aun, según la ideología imperante en nuestras “sociedades de trabajo”, todo sujeto que no quiera ver comprometida su respetabilidad, deberá demostrar ante los demás que está en alguna de estas situaciones: preparándose para trabajar (formándose), ejerciendo un trabajo o imposibilitado para ejercerlo.

La perseverancia de las políticas para incentivar el empleo y paliar el desempleo inspiradas en esos principios decimonónicos son injustas y generan indefensión y sufrimiento en el presente. Porque la multiplicación y sofisticación de las máquinas convierten en imposible el pleno empleo ni aun en condiciones favorables, ya no digamos en coyunturas desfavorables como la actual en Andalucía y España. El resultado es que se condena a contingentes crecientes de personas a la precariedad y la indefensión, que se mueven entre la exclusión y la peregrinación menesterosa por ventanillas públicas y entidades benéficas, requeridos periódicamente para revalidar esas “oposiciones a pobre” que son los requisitos que se les exigen. A más que la Administración llega a la sobrecarga por los dispositivos que debe desarrollar para supervisión y control de tales ayudas. Por si fuera poco, esta menesterosidad burocratizada convive con la opulencia obscena de las minorías integradas, a las que se convida al desenfreno consumista.

Y es que, según esa ideología crecentista, los recursos destinados a paliar la pobreza son tenidos por “gasto social”, mientras que lo que se destina a acrecentar directa o indirectamente el consumo despilfarrador e insostenible ecológicamente se considera “inversión productiva”. Repárese si no en los porcentajes de dinero que la Junta de Andalucía, gobernada por PSOE e IU, dedica al citado Decreto con lo que dedica a “inversiones en infraestructuras” (autopistas, aviones por raíles o aves, trenes en el subsuelo de nuestras ciudades, etc).

Una Renta Básica Universal (RBU), como es la que propone la ILP estatal referida (http://ilprentabasica.org/), es una medida radicalmente diferente a cualquier ayuda o subsidio, porque es incondicional, universal e individual. En lugar de inspirarse en los principios del productivismo o crecentismo de la “sociedad de trabajo”, remite a un republicanismo que no funda el sentido de la vida en el par productivismo-consumismo, sino en los principios del bien común, el apoyo mutuo y la equidad. La Renta Básica Universal así entendida facilitará afrontar ordenadamente cambios que una ética de respeto a la vida humana en particular y de los seres vivos en general hace insoslayables, como la reducción o eliminación de trabajos alienantes o ecológicamente insostenibles, así como el reparto de los trabajos necesarios.

Las entidades que defendemos la RBU (en España http://www.redrentabasica.org/) la consideramos un “derecho emergente”, según la Carta de Derechos Humanos Emergentes (CDHE), debatida en el Forum Universal de las Culturas, que tuvo lugar en Barcelona en septiembre de 2004 y que fue aprobada en el Congreso de Monterrey (Mexico) en el 2007), y que aspiramos a equiparar al resto de derechos universales, a los que no debemos renunciar, sino fortalecer y hacerlos materialmente efectivos: educación, sanidad, vivienda, información, participación política y un medio ambiente saludable, según normas que garanticen los mismos derechos para las generaciones futuras. La implantación de la RBU, en un marco general de afianzamiento del resto de derechos fundamentales, conllevará una reforma sustancial de la estructura tributaria de la Hacienda y se traducirá en cambios importantes de los mercados de trabajo, que no corresponde detallar aquí y que no es posible prever en todos sus extremos. Pero todo ello merecerá la pena si convenimos de principio en que es justo y ensancha el espacio de la equidad.

Mientras tanto, pedimos simplemente que no se confunda a la ciudadanía presentando como “rentas básicas” lo que son ayudas y subsidios convencionales.

Plataforma por la Renta Básica Universal de Sevilla.