LA GESTIÓN DE LAS EXPECTATIVAS – 22M: notas sobre las elecciones andaluzas para el futuro inmediato de la izquierda


1. Qué cruel puede llegar a ser la gestión de las expectativas... Del mismo modo que el 8% de Podemos en las europeas de 2014 fue más allá de su realidad aritmética y abrió un nuevo escenario político, el resultado andaluz y la confrontación entre las expectativas y los resultados vuelve a provocar un cambio de escenario. El PSOE vuelve a ser alternativa al PP, y el estancamiento o incluso declive de Podemos en las últimas encuestas se acentuará. Las elecciones nunca son extrapolables, pero sí condicionan los estados de ánimo y opinión colectivos. Las declaraciones de Íñigo Errejón y Carolina Bescansa sobre el avance de Podemos en Andalucía son equivalentes a las de Cayo Lara tras el insuficiente crecimiento de IU en las elecciones europeas: son argumentos tan ciertos como irrelevantes. Ya no puede decir Pablo Iglesias eso de "yo soy (toda) la oposición", no puede plantearse como alternativa transversal. Podemos tiene que revisar su proyecto y se abre un nuevo momento para la izquierda.
2. Los (casi) idus de marzo son caprichosos. Los estrategas de lo del PPSOE y "ni izquierdas ni derechas", queriendo asegurarse ocupar la totalidad del espacio político, han puesto las condiciones para la irrupción de otro actor político, Ciudadanos, que parece que será fundamental en casi todos los parlamentos y ayuntamientos. Queriendo impugnarlo todo, han puesto las condiciones cognitivas y discursivas para que un partido neoliberal y neoliberalizante pueda terminar teniendo la llave de todo (menos de Cataluña y Euskadi). Cuídate de los idus de marzo...
3. Historia de dos discursos (y medio). El PSOE de Andalucía y Podemos han opuesto dos discursos, en los que el de los socialistas ha terminado imponiéndose. Se han diferenciado en, al menos, los siguientes aspectos:
Prioridad: Austeridad (PSOE) / Corrupción (Podemos)
Enemigo: La derecha, el PP, Rajoy (PSOE) / El régimen, la casta, el bipartidismo (Podemos)
Cultura política: Pacto con todos menos con los extremos PP/Podemos (PSOE) / Victoria o muerte, pactar es traicionar (Podemos)
Andalucía: es lo primero, incluso "humilla" al secretario español durante la campaña (PSOE) / es un paso más en la estrategia del partido, "el cambio empieza en Andalucía" (Podemos)
Entre estos dos discursos Izquierda Unida no ha tenido un discurso propio, y probablemente no podría tenerlo. Las condiciones estructurales son así. Se ha tenido que limitar a un medio discurso, de patriotismo de siglas, principios e historia: hacer la apuesta por la identidad más que por la funcionalidad.
4. No lo llame indolencia, llámelo complejidad. No es que el electorado andaluz no castigue la corrupción, es que el voto termina siendo una herramienta de simplificación de decisiones complejas, y probablemente muchas personas piensan que responsabilidades legales y políticas, por un lado, y acción legislativa y de gobierno, por otro, son ámbitos diferenciados.
5. Sí, las expectativas otra vez. ¡Pero es pasar de 0 a 15 escaños! ¿Por qué hay que replantearse nada? Pues porque hay que insistir en que las cosas no suceden en el vacío... El 14,1% de los votos y los 13 escaños puede ser un buen resultado para una fuerza política como Izquierda Unida, pero en las elecciones andaluzas de 1996 llevaron a la dimisión ipso facto de su candidato, Luis Carlos Rejón... porque bajaban pero, sobre todo, porque rompían completamente las expectativas. El 14,8% y los 15 escaños de Podemos le deberían llevar a una reflexión, porque son resultados que no cuadran con la expectativa de abrir por sus propios y exclusivos medios un proceso constituyente. Y es que el 14,1% de la IUCA de 1996 se tradujo en un 10,6% en España (las elecciones fueron simultáneas a las generales); y el 19,1% de 1994 con sus 20 escaños fue un 13,4% en España (las elecciones fueron simultáneas a las europeas). ¿Dónde coloca esto el 14,8% de Podemos en las estas elecciones? No hay extrapolaciones perfectas, está claro: pero explícaselo a tu ánimo.
6. Yo a Grecia y tú a Italia. El sueño de Syriza puede provocar el monstruo italiano. De tanto mutatis mutandi más que una “Syriza española” se puede terminar en un partido anti-establishment a lo Beppe Grillo: minoría tan ruidosa como inútil. Las estructuras del espacio público empujan a los actores políticos a hacer cosas que no son las que considerarían óptimas, tanto a partidos como votantes. Son las que empujan a Podemos a parecerse a Grillo con su denuncia indiscriminada de la casta; por no renunciar a nada se puede terminar perdiendo todo significado. Es una competencia electoral que puede condenar a la izquierda a la irrelevancia de SEL, el partido de la izquierda italiana 4-5%. Incluso Albert Rivera, puede lograr lo que no hizo Monti: que el partido neoliberal marque los próximos gobiernos. Ni rastro de Syriza.
7. ¿Cómo se puede evitar la italianización española? Pues creo que la respuesta no está en Madrid. Quizás haya que buscarla en candidaturas municipales de unidad; en particular, la de Barcelona con Ada Colau y su coalición de partidos, organizaciones y activistas. El segundo factor para romper con el modelo italiano es la izquierda nacionalista. Cataluña, Galicia, Valencia, Baleares... son también un factor para evitar ese escenario. Quizás no es hora de machos alfa, se llamen Pablo o Alberto, sino de mujeres como Ada Colau o Mónica Oltra. Y más que de movimientos indiferenciados y totalizantes sea la hora de acordar entre mestizos.
Veremos...


Rosa Deele

Algunos apuntes sobre las elecciones andaluzas

 
PSOE 47 diputados (35,44%)
PP 33 diputados (26,75%),
Podemos 15 diputados (14,84%)
Ciudadanos 9 diputados (9,28%)
IU 5 diputados (6,89%)
Participación 63,93%
 
A simple vista podemos ver como el PP se descalabra perdiendo medio millón de votos que en su mayoría son absorbidos por Ciudadanos (y el resto se va a la abstención o a otros partidos). La derecha se fragmenta, pero se logra recuperar parte de lo que se iba a perder gracias a la irrupción, con fuerza, de Ciudadanos. Como apunte en un artículo que escribí hace poco, Ciudadanos nos devuelve al eje izquierda-derecha. UPYD se desfonda y queda relegado al olvido, un partido "españolista" y "centralista" no tiene tirón en Andalucía.
En el centro político, con algunos matices de izquierdas "ma non troppo", o sea el PSOE, la jugada política de romper el gobierno y empezar el ciclo electoral con una victoria les ha salido bien. Sólo han perdido 100.000 votos (aprox) respecto a 2012, y han conseguido que las contradicciones de la ruptura del pacto se las coma IU, y que los "costes electorales" de la crisis se los coma el PP. Han logrado pillar a Podemos sin organizar y así han logrado una victoria holgada, aunque insuficiente para gobernar sin necesidad de nadie. Veremos cual es la política de pactos, ya que no puede reeditar la política de pactos con IU, y las otras fuerzas en principio le son "hostiles". Esto demuestra que el PSOE no está muerto ni mucho menos.
IU y Podemos han fracaso en sus objetivos para esta campaña, lo que les debería de hacer replantear su estrategia.
IU se desfonda, aunque sigue con vida en uno de sus feudos, siendo irrelevante en la próxima legislatura en el Parlamento de Andalucía, ya que no tendrá poder e influencia para poder condicionar ningún gobierno. A pesar de que la campaña electoral ha sido buena, se ha comido las contradicciones de la ruptura del pacto, no ha sabido vender las bondades del mismo todos los años de la legislatura (que han sido más bien magros), y le ha faltado conectar con la ciudadanía.
Este resultado debilita a Garzón, ya que ha debilitado a su pareja de baile, y mayor sostén (Maíllo), con lo que se pueden avecinar problemas serios dentro de IU. A IU le queda conformar esa nueva IU de la que hablan Maíllo y Garzón, o empezar a pensar en que hay que ir cerrando la sede y apagando las luces.
Podemos logra un buen resultado pero bastante lejos de sus expectativas. Ha tenido una buena campaña electoral, y ha cosechado 15 diputados, aunque la irrupción de Ciudadanos nos ha devuelto al eje izquierda-derecha, debilitando la estrategia de partido transversal. Deberá de repensar su estrategia, y en mi opinión debería de realizar una política de alianzas distinta a la que tiene ahora (que es ir solos). Esta campaña ha demostrado que para ganar una plaza fuerte no vale solo con voluntarismo, mensajes impactantes pero vacíos, y mercadotecnia. En cualquier caso a Pablo Iglesias le ha salido un poder en el Sur que poco a poco le puede plantar cara en el interno.

Hay una pregunta en el aire. ¿Podemos votará a favor o en contra de la candidatura de Susana a Presidenta? Ya no valen las ambigüedades, van a tener que retratarse, y escojan la postura que escojan traerá consecuencias no deseadas y riesgos. ¿Qué harán? Lo veremos en breve, pero el adanismo se va a acabar pronto.
Pedro González de Molina

OSCURIDADES DE LA DEMOCRACIA RADICAL


Desde hace ya unos pocos años, la radicalidad democrática o la democracia radical impregna el discurso de varios nuevos grupos políticos. Pero, ¿qué es la democracia radical? Intentaré garabatear en este post una reflexión que refleje el debate entre posturas y autores al respecto (si se quiere saber más sobre el tema o profundizar, lo mejor es ir a las obras de Chantal Mouffé, que es quién escribe principalmente sobre el concepto).
En principio la democracia radical es de difícil conceptualización por su “contingente” de significados, pero puede definirse como un mecanismo o una práctica de pensar y repensar el “nosotros” al margen de la “práctica de la democracia liberal”- y sus valores preeminentes y universalizadores-, en la cual las distintas identidades de grupos y comunidades puedan dar cabida a una convivencia pacífica basada, por una parte, en la adopción de acuerdos en base a unos “valores democráticos comunes” sin renunciar a sus valores propios y culturales, y, al mismo tiempo, en una práctica de la participación que permita llevar las decisiones de abajo hasta arriba.
En definitiva, con respetar los acuerdos adoptados democráticamente todo vale. La democracia radical huye de las “hegemonías identitarias” de la democracia liberal, así como las adopciones de élites representativas con cierta autonomía en la adopción de acuerdos.
Hasta aquí todo podría parecer perfecto, deseable y hermoso. En esta “especie de teoría que huye de ser teoría” y que algunos elevan a nuevo paradigma, las tensiones se desenvuelven como algo natural, como una especie de “fair play” futbolero en la cual no hay enemigos, sino adversarios de “otros equipos” con los que hay que limar asperezas continuamente, pero que respetan el valor del debate, la democracia y los acuerdos entre iguales. Sólo aquellos que “quieran” recalcitrántemente ser enemigos de la democracia radical y los valores comunes consensuados democráticamente lo serán (servirán además para diferenciar a los “buenos de los malos”). Porque los que pierden democráticamente, como tienen “buen talante”, aceptan su pérdida y pasan a ser una oposición legítima de los que han ganado legítimamente porque lo han hecho de abajo hacia arriba, de grupos pequeños a grupos mayores… Entonces, ¿qué diferencia hay con lo que hasta ahora vivimos? Puesto que si es sólo votar cualquier decisión, eso es simplemente “democratizar” los procesos, las instituciones, las decisiones.
La Democracia Radical implica más cosas. En su afán de regir todos los procesos de la ciudadanía, aboga por una forma de vida en la que las distintas formas de ver y vivir plenamente la ciudadanía deben hacerlo “protegiendo las diferencias”, los “valores marginales” frente a los “valores universalizadores del occidentalismo”, de la “razón kantiana”, del “liberalismo social” o del “socialismo liberal”. Pero ¿Qué diferencias son legítimas y cuáles no? ¿Qué es lo legítimo?
Aquí es donde comienza el primer punto “oscuro”, el nosotros frente al ellos. Para que la identidad de un grupo se defina, es necesaria otra identidad que la diferencie, por tanto para ver “quién se es” se necesita una pluralidad de identidades diferenciadoras. En un sistema que se rija según la democracia radical se pueden mantener los valores éticos y morales de cada identidad grupal o comunal, siempre y cuando se comparta también un valor democrático o de aceptación de “normas de la democracia”, de los procesos democrático de toma de decisiones, quedando fuera de ésta “solución comunal” aquellos que no respeten dicho proceso. Hacer natural la conflictividad en lo moral y lo ético como "mal menor", y dejar fuera a los que defienden otros procesos no democráticos de toma de decisiones, como "mal mayor”, no es una solución al problema que tantos teóricos de la Filosofía, la Sociología y la Ciencia Política han intentado hacer ver, ya que en ésto se está de acuerdo. Por lo tanto la diferenciación entre "ellos y nosotros" en base a si uno es de corte demócrata liberal y otro fascista, es algo que ya existe. Al intentar referenciar las diferencias “tolerables”, se puede chocar con las “culturas” de los distintos grupos, y se crearán bloques de "valores semejantes", no sólo en la forma de tomar decisiones o en los procesos. Los mismos grupos de limitarán en un “hasta aquí” se está dentro y a partir “ de ahí” se está fuera de "nuestro club" ¿Qué diferencia hay con la Democracia deliberativa por ejemplo?¿Qué diferencia hay con un sistema de democracia liberal que esté engrasado y participado? Al final, con la Democracia Radical, nos encontraremos con “bloques de valores comunes”, ya que si unos con otros vamos perfilando lo que les une, podremos tender a alianzas entre los que más comparten, o tienen el mismo “bien común” compartido. ¿Qué diferencia hay con lo de ahora mismo? Se puede ir de abajo hacia arriba -y es necesario para el fortalecimiento de las instituciones- pero se debe tener claro que las diferencias van a ir alineando en grupos de parecidos, para llegar a grandes confrontaciones entre distintos. No es una solución a la conflictividad actual, es ‘más de lo mismo’ pero disfrazado- mi opinión personal- y se crearán homogeneizaciones de identidad por bloques. Un ejemplo claro lo tenemos con la “pilarización” en Bélgica, donde se ha pasado de una diferenciación Protestantes -Católicos a una diferenciación Flamencos (germanófonos)- Valones (francófonos), en un sistema claramente pluralista, que ha cambiado sus fracturas. ¿Realmente la Democracia Radical hubiera cambiado esta forma asociativa según “preocupaciones sociales”?¿Se hubiera llegado a acuerdos diferentes, o incluso alcanzados los mismos, en caso de no existir un sistema constitucional de democracia liberal? ¿Hubiera solucionado las fricciones entre las éticas y valores diferentes? La conflictividad puede tomar diversas formas, e ir cambiando, y la Democracia Radical reconoce esa conflictividad desde el mismo momento que afirma (como casi todos los pensamientos políticos) que la diferencia existe y nos define, pero la Democracia Radical la enfatiza aún más cómo elemento articulador de la convivencia y su diversidad cultural. Si el punto de unión es exclusivamente un proceso de toma de decisiones, sin una ética compartida, sin unos valores comunes morales; entonces lo que en las sociedades de las democracias liberales es "lo privado" pasará a ser "lo público", pues será el elemento diferenciador de un grupo frente a otros. Éticas y Valores propios serán esgrimidos como verdades fundamentales, frente a los otros. ¿Realmente un proceso democrático sin asunción de ciertos valores comunes y universales en lo moral y lo ético va a reducir la conflictividad de los grupos? ¿Realmente cuando lo privado se hace público y llega a definir la identidad grupal, si éste pierde va a quedarse callado? Creo que un sistema basado en la democracia radical lo único que va a crear es una conflictividad más arraigada.
Llegamos al segundo punto “oscuro”- para el que escribe- con la hegemonía. Hoy queda demostrado que la atomización de la sociedad, los nuevos medios de comunicación p2p, internet, redes sociales, etc, han hecho que para muchos los límites físicos de la sociedad mengüen. El postmodernismo y la no pertenencia a las clases “tradicionales” hacen que las distintas personas adopten roles diferentes (“personalidades y actuaciones”) en distintos conceptos, pero se observa una profunda “igualdad” en los perfiles nuevos, impuesta por modas, medias y convergencias. Entonces, si existe una especie de “uniformidad” de los individuos atomizados, existe una posibilidad de hegemonía del pensamiento y la actitud en grandes líneas comunes. ¿Cómo luchar contra la homogeneización desde abajo y la “uni-formación” desde arriba? Como se ha dicho antes, la homogeneización por bloques de identidades (los que les gusta el futbol frente a los que les gusta el baloncesto, dando igual del equipo que sean por poner un ejemplo burdo) crearán unas tensiones internas que se irán limando, pero las externas seguirán permaneciendo. En ese proceso de limar las tensiones internas entre identidades (ejemplo aficionados del Real Madrid frente a aficionados del Recreativo de Huelva) habrá identidades que a fuerza de ser “mayoritarias” y poderosas en los consensos vayan perfilando las otras, quedando éstas subordinadas a aquellas (se puede ser del Real Madrid como opción preferente y del Recre como segunda opción o viceversa) y con el tiempo a lo mejor hasta se pierden y desaparecen al dejar ser “relevantes”. Esto se critica mucho por los defensores de la democracia radical, pero no deja de estar presente en su mismo presupuesto, por lo que no veo que lo solucione, sólo crean un conflicto continuado en el tiempo, el cuál puede agravarse en tensiones mucho más fuertes. Ocurriría por ejemplo en un escenario entre defensores del feminismo y defensores del islam, sobre los derechos de la mujer. Sin una “norma superior” pactada en los derechos de la igualdad y la protección: ¿llegarían a un acuerdo? ¿O se agravarían las tensiones? Si cambiáramos el Constitucionalismo liberal a una Democracia Radical, ¿Qué ocurriría? Tendríamos mil comunidades diferentes, entrando en pugnas unas con otras dentro de sus “valores” particulares, respetando teóricamente el “fair play”. En el tiempo posiblemente las que “ganaran” en más procesos se irían afianzando, atrayendo a otras a su seno, y excluyendo a aquellas que no aceptaran las “normas” del juego democrático. Con el tiempo las que se insertan dentro de otra, porque acabarán diluidas, irán mutando sus valores e impregnando a la principal, o no, depende de lo novedoso de sus valores, depende de las “modas” que imperen. Lo que sí está claro es que los bloques de identidades comunes, irán teniendo fracturas mayores, más insondables. Posiblemente de una miríada de identidades, se llegaran a 6 o 7 bloques de identidades o grupos. ¿Suena de algo? Es la historia de la Historia del mundo. De “tribus” a “Ciudades –Estado”, de “Ciudades- Estado” a Reinos, a Imperios, a Estados Nación. Ya lo hemos vivido, ¿para qué repetirlo? Recordemos que los Estados actuales nacen y se crean de las “tensiones internas y externas”. Las guerras, las amenazas y la violencia han sido conformadores de las fronteras, tanto como los lazos de sangre y culturales. La protección frente “al otro”, han sido culpables de los contextos en los que vivimos. ¿Va a cambiar eso? Es decir, y suena duro, pero: ¿Hoy somos más humanos que ayer?¿Somos menos “homínido”? Necesitamos mecanismos que nos protejan de nosotros y nosotras mismos.
Aquí llegamos al tercer punto “oscuro”, el proceso en sí y su capacidad de consenso. Una Democracia Radical, debe presuponer que los grupos o comunidades busquen un consenso determinado, pero ¿cuál es el mínimo de ese consenso? Aquí otro, y no menor, de los problemas de la Democracia Radical, ya que no hay un mínimo expuesto. Si tenemos un mecanismo, debemos tener un “manual de funcionamiento”. La democracia “no radical” liberal indica mecanismos como el quorum o las mayorías cualificadas, que hacen que una decisión tenga capacidad de “consenso”, que se usa para ciertos asuntos. En cambio la Democracia Radical, que va a usar todo el mecanismo democrático de mayorías para alcanzar acuerdos de abajo hacia arriba, le falla un asunto actual: la desafección política y las “abstenciones”. ¿Cómo hacer que la ciudadanía participe?¿Cómo hacer que la ciudadanía tome partido más allá de las elecciones “liberales” cada cuatro años? ¿Mientras no lo tome que ocurre? ¿Es Democracia Radical tomar decisiones con altas abstenciones? Se está viendo que la abstención en las decisiones internas de los partidos nuevos que toman decisiones en base a la Democracia Radical, es mayor que los partidos de corte “más tradicional”. ¿Justifica esto sus decisiones? ¿No queda devaluada la Democracia Radical dentro de sus funcionamientos? Es más, si llegan a las instituciones: ¿Usarán esa misma “técnica y justificación” de “bajo quorum” para tomar decisiones que afecten a todos? ¿Al final una minoría “participativa” tomará decisiones por el conjunto? No sé, casi que me recuerda un poco al feudalismo. Cambia el contexto, hay ciudadanos con derechos, pero sólo unos pocos “mejor informados” y “con más tiempo” serán los que decidan y participen. Cierto que ahora vivimos un neofeudalismo del poder económico, pero se podrá combatir de otra forma, no con las mismos principios de minorías bien posicionadas o ventajistas.
Es un camino largo y con sombras, al que por cierto no entiendo “cambio de modelo” puesto que se sigue usando la misma técnica, aunque cambien los valores. Es un paso hacia “atrás” para desandar lo andado. Es cierto que el que escribe no es amigo del “comunitarismo”, por una sencilla razón, siempre he dicho que del “comunitarismo al totalitarismo” sólo hay una delgada línea roja: que se impongan los valores de una comunidad sobre otra. Me gusta más la idea de Habermas (adaptada al socialismo y la ecología política) sobre republicanismo cívico y democracia deliberativa, teniendo en cuenta las limitaciones de la ciudadanía en tiempo, y haciendo una clara separación de lo que es lo público y lo privado de la ciudadanía, blindando derechos públicos y dejando libertades privadas, buscando consensos legítimos y legitimizados, más allá de toda duda, protegiendo identidades y minorías, incluso de ellas mismas. Me gusta el progreso de todas y todos. Me gustan los acuerdos y la democracia de abajo hacia arriba, la deliberación, la participación, pero también un Estado de Derecho, una Norma Suprema- más flexible y más “cortita” pero que exista- que exista separación de poderes, que existan valores comunes a una sociedad más allá de los valores democráticos, un Estado de Bienestar que proteja a sus ciudadanos. Será que soy un “hijo de la razón” (y no voy a entrar en si es patriarcal o no, eso es otro debate) y creo en los Derechos Humanos, en la Igualdad, en la Justicia, en esos valores “universales” de los hombres y las mujeres. Y creo que hay que seguir luchando por ellos hasta llegar a un “nuevo paradigma”, pero no creo en desandar lo andado para volver a empezar. Sobre todo por lo que ya se anduvo, que ya sabemos qué pasos pueden darse y sus consecuencias pasadas.
Rafa Ruiz Herbello- Ciudadano-


¿Es Podemos un partido de izquierdas o de derechas?


Esta pregunta no es baladí, ya que hoy en día vemos una moda en España, y en algunas partes de Europa, de poner en cuestión que las etiquetas “izquierda” y “derecha”, considerándose que no tienen sentido. La causa principal de su rechazo tiene un denominador común, y variantes según cada país. La causa común es bien sabida, tras la primera fase victoriosa de la revolución neoconservadora (con Thatcher y Reagan), tanto la socialdemocracia, como los partidos comunistas (sobre todo tras la caída de la URSS), han ido virando hacia posiciones más a la derecha, lo que demuestra como la ideología neoliberal (que se presenta como una no-ideología) se haya convertido en dominante y haya salpicado todos los espacios de la vida pública.

En el caso de la crisis actual, los partidos socialdemócratas han tomado como referencia ideológica a la llamada “Tercera Vía” que provino del New Labour de Tony Blair, confundiéndose cada vez más con la derecha neoliberal. Por ejemplo, su gestión económica ha sido muy parecida, y la socialdemocracia ha aceptado tanto la desigualdad como algo irremediable que no combatir demasiado, y aceptando el status quo y el orden neoliberal. Esto tiene su representación en el plano jurídico en las (contra)reformas estructurales, que pretenden extender el modelo chileno, aplicado en la época de Pinochet, a través de terapias de shock.

En este contexto partidos como Podemos, y Ciudadanos, en España, como el Movimiento 5 Estrellas en Italia, o partidos considerados de extrema derecha, como el Front National en Francia, han abrazado la doctrina del “ni de izquierdas ni de derechas”. ¿Por qué lo ha hecho Podemos?
La primera razón es clara, ante la “traición” del PSOE después del giro del gobierno de Zapatero en 2010, la palabra “izquierda” ha quedado muy dañada al estar asociada al PSOE. Entonces la idea es desechar dicho concepto para tratar de “ocupar la centralidad del tablero”, tratando de evitar ser confundido con el PSOE y pescar tanto a la izquierda como a la derecha del electorado.

Sin embargo esta estrategia electoral ha fallado, en mi opinión, por tres motivos: El primero es que las personas posicionan a Podemos más a la izquierda que a IU según el CIS, y no le ocurre lo mismo que a Ciudadanos o a UPYD, donde hay mucha confusión respecto a su posicionamiento ideológico. El segundo motivo es que gran parte de sus mandos intermedios, como de sus líderes, han sido miembros destacados de partidos políticos de izquierdas o de extrema izquierda (como Pablo Iglesias, asesor de IU, Teresa Rodríguez, IA, etc.), con lo que resta credibilidad a esta estrategia. El tercer motivo es que la aparición de Ciudadanos nos devuelve al “eje izquierda-derecha”, ya que los votantes que les unía la indignación con el sistema, pero que no les gustaba las veleidades (presuntas o verdaderas) del chavismo, o de ciertos iconos izquierdistas que tienen sus líderes, han encontrado una opción más moderada, más liberal, regeneracionista, y menos agresiva a la que votar, lo que provocará que Podemos pierda apoyos en el centro y en la derecha.

Si nos fijamos en el programa electoral, o el esbozo que han ido haciendo, sobre todo en el plano económico, vemos una vuelta a un cierto keynesianismo, y unas políticas públicas progresistas, con lo que podríamos determinar que en los “hechos” (más allá de los discursos) se posicionan en el campo de la izquierda clásica. De hecho, tanto Iglesias, como Juan Torres (uno de los profesores encargados de redactarlo), dijeron que era un programa que podía asemejarse “al de la socialdemocracia de los años 80”. Sin embargo, dicho programa está bastante alejado del programa del Partido Laborista británico de 1945, o de los programas de Olof Palme en los años 70. Lanzo una pregunta a los lectores. ¿Qué tiene la socialdemocracia que todos quieren imitarla?

Por otro lado, Podemos ha asumido cierto relato del “fin de las ideologías” postmoderno, al igual que ha asumido que las cuestiones que discursivamente han sido “patrimonio” de la izquierda deben de ser evitadas (como por ejemplo nombrar a la II República), a la vez que se lanza un duro combate por arrebatar a la derecha términos como “patria”, o “levantamiento del 2 de mayo” (que tiene añadido el “vivan las caenas”). ¿No podríamos decir que esto es asumir la victoria del neoliberalismo como ideología hegemónica, y además no se trata de combatirlo, para jugar a confundir para ganar votos? ¿Decir que no hay ideologías ayuda a explicar las contrarreformas del PP, o sus medidas económicas (que tienen un claro sesgo ideológico)? ¿Nos ayuda a combatirlas?

Sin embargo, si nos fijamos en su práctica interna (la del grupo dirigente, con el actual Secretario General a la cabeza), como en su práctica externa a la hora de buscar “acuerdos”, percibimos una realidad bastante diferente.

En el interno el grupo capitaneado por Pablo Iglesias se ha fundamentado en la captación de cuadros “comunistas” de IU, y cuadros de otros partidos: También se ha rodeado de un séquito de fieles, a los que va eligiendo como “sus listas oficiales”, pudiendo derivar, con el tiempo, en redes clientelares. Además, su relación con los grupos que han tenido otra idea sobre lo que era Podemos ha sido competitiva, insolidaria, jugando a hegemonizar todas las herramientas de poder dentro del partido, y dejando de lado a la “competencia” (a excepción de Teresa a la que sabía que no podía ganar). La homogeneidad dentro del Consejo Ciudadano estatal es pavorosa, al igual que en la Ejecutiva, y en los órganos de control, restando pluralidad y posibilidad de recambios o de ideas distintas a las del grupo promotor.

¿Qué ha pasado en el externo? Podemos ha aplicado (y sigue aplicando) una estrategia para convertirse en la potencia hegemónica, sólo ha llegado a acuerdos en algunas localidades (ya sea por iniciativa local, o porque la candidatura es muy potente, como la de Ada Colau), o ha exigido a los participantes que se presenten bajo el paraguas de Podemos (como a EQUO en Andalucía, o a CxM en Madrid). Por lo tanto, ha establecido estrategias competitivas con otras fuerzas políticas, a pesar de que eso reste posibilidades de derrotar al bipartidismo en algunas CCAA, como Madrid o en Andalucía. Se observa cierta prepotencia, ansia por excluir, imposiciones al resto, defensa de la marca por encima del objetivo, y posturas insolidarias y competitivas, comportándose, un poco, como el mercado laboral en la fase actual del capitalismo financiero.

Por consiguiente, en esto se parecen bastante a la derecha, ya que asumen la lógica interna del neoliberalismo en su trato interno y externo, en vez de tratar de luchar contra las tendencias a la oligarquización del poder, a la exclusión, etc., y tratar de establecer lógicas en el interno y externo de cooperación, solidaridad, ayuda mutua, etc., de todos aquellos afectados por la crisis, y de todos aquellos que quieren cambiar esta sociedad por una sociedad más justa, democrática, social, plural y heterogénea.

Si asumes los valores del enemigo te acabas pareciendo a él”.


Por Pedro González de Molina Soler. Licenciado en Historia (UGR), Máster en RRII (UNIA).

La identidad andaluza como identidad cívica


Este trabajo constituye una aproximación al proceso de construcción de la identidad andaluza en la transición a la democracia. En él mostramos cómo, al filo de la reivindicación autonómica, se va configurando un consenso básico entre los partidos de izquierda en torno al significado de Andalucía y al sentido que debe tener el autogobierno que es capaz de empatizar razonablemente bien con la percepción que los propios andaluces tenían de sí mismos.
Este tipo de identidad, escasamente fundamentada en elementos étnicos, se articula en torno a un discurso que interpretaba la situación de Andalucía como de subdesarrollo respecto al resto del Estado y que entendía que la solución a estos problemas solo llegaría de la autonomía y de la democracia. Esta identificación entre democracia, autogobierno y solución a los problemas sociales y económicos constituyó un poderoso instrumento movilizador que, no solo acabó por conseguir una autonomía con las máximas cotas competenciales, sino que también logró alterar el modelo de articulación territorial en el conjunto del Estado.
Pero estas movilizaciones y este éxito no se pueden entender como un proceso dirigido y planificado desde las élites políticas de oposición. Por el contrario en la articulación de los discursos políticos de la izquierda sobre la autonomía y sobre la idea de Andalucía se observa una transformación significativa a medida que las movilizaciones se vislumbran como multitudinarias, especialmente las del 4 de diciembre de 1977.
Todos los partidos de izquierda radicalizan sus posiciones autonomistas entre 1979 y 1980, tanto los que transitan hacia un nacionalismo explícito (PSA y PTA) como los que se mantienen en una autodefinición regionalista (PSOE y UGT). Todos ellos elaboran discursos más complejos que en los primeros años de la transición sobre la cuestión andaluza, incorporando reivindicaciones culturales y una mayor teorización sobre las causas del subdesarrollo.
La reivindicación autonómica andaluza está lejos por tanto de poder entenderse como una manipulación exclusivamente táctica de lucha partidaria como han señalado algunos autores (De la Granja, Beramendi y Anguera, 2003). Frente a los partidarios de una transición promovida desde arriba, el proceso autonómico andaluz les da la razón a los defensores de un proceso de construcción de la democracia entendido como una interacción entre la movilización social y la respuesta de las élites (Pérez Díaz, 1993; Herrera, 2007; Sabio y Sartorius, 2007).
Por último la carga simbólica del término nacionalismo es muy fuerte y puede condicionar la interpretación si se entiende de manera simplista, por ejemplo como sinónimo de etnicidad, exclusión e insolidaridad. Pero términos como nación o nacionalismo no tienen un carácter intrínsecamente negativo o intrínsecamente positivo (Calhoum, 2007). Como ha señalado el politólogo Ramón Maiz (2008) el nacionalismo no es una ideología homogénea y en él se pueden encontrar planteamientos étnico-esencialistas así como concepciones pluralistas de la identidad cultural.
El caso andaluz sirve también muy bien para ilustrar esta cuestión. Con una población mayoritariamente autodefinida como regionalista y con un sentimiento andaluz muy marcado pero compatible con el español, nos encontramos con la paradoja de la existencia de una identidad andalucista muy fuerte y con capacidad de movilización pero explícitamente antinacionalista (al entender este de manera simplificada como exclusivamente étnico). Esta misma percepción se encuentra en la mayoría de los líderes políticos de la transición (Arcas Cubero, 2002).
Nuestro trabajo permite entender mejor esta aparente paradoja. La identidad andalucista está mucho más extendida y genera consensos más amplios durante todo el periodo que el andalucismo político propiamente constituido en nacionalismo (el PSA). El andalucismo se convierte en una identidad política compartida por todas las fuerzas políticas de la izquierda, lo que es especialmente bien interpretado por el PSOE. Significativamente la presencia del PSA y sus resultados electorales decaen a medida que su discurso adopta elementos característicos de un nacionalismo etnicista que casa mal con la sociología de sus votantes e incluso de sus militantes.
Esto no quiere decir que el andalucismo no tuviera presencia social entre 1976 y 1982, sino que sus características definitorias eran políticas y no étnicas.

David Soto Fernández , Universidad Pablo de Olavide
Inmaculada Villa , Universidad Pablo de Olavide
Juan Infante , Universidad Pablo de Olavide
Santiago Jaén , Universidad de Jaén

Puedes consultar y descargar el trabajo completo en http://www.centrodeestudiosandaluces.es/datos/factoriaideas/IFO04_15.pdf