HEROÍNAS ASESINADAS


REIVINDICACIÓN DE LA MEMORIA DE RESISTENCIA DE LAS MUJERES ASESINADAS POR VIOLENCIA MACHISTA
Los feminismos llevamos años denunciando cualquier tipo de violencia machista contra las mujeres y contra todo el que no responda al prototipo de la masculinidad hegemónica, hemos explicado el por qué y el para qué de la violencia machista y hemos reclamado la protección efectiva de las víctimas, pero nos ha faltado hacer el homenaje que merecen a esas mujeres que pagaron con su vida la lucha por recuperar la libertad perdida a manos de quienes un día dijeron amarlas.

 
Empezamos denunciando el sexismo, los acosos, las violaciones, los malos tratos y los asesinatos contra las mujeres. Cuando se hablaba de violencia familiar, intrafamiliar o de pareja, explicamos que quienes la ejercían eran hombres y quienes la sufrían eran las mujeres, por eso hablamos de violencia de género y de violencia machista, aunque la Ley integral contra la violencia de género acabara dejando fuera de esta categoría a muchas de las víctimas.
Para vencer las resistencias de los agentes que, siendo quienes debían asegurar la protección de las víctimas, se preguntaban qué habrían hecho ellas para merecer ese trato o por qué habían tardado tanto en decidirse a denunciarlo, explicamos los mecanismos culturales y las estrategias seguidas por los victimarios para minar su autoestima y limitar su capacidad de decisión.
Para erradicar la violencia machista se diseñaron políticas de protección de las mujeres y de su prole, se trató de sensibilizar a la ciudadanía y se animó a las víctimas a denunciar, pidiéndoles que confiaran en la ayuda que se les ofrecía. Al mismo tiempo fuimos entendiendo la importancia de la prevención, la necesidad de promover el empoderamiento de las mujeres y la reeducación de los hombres.
Algunas de las que lograban escapar de las agresiones y el maltrato al que llevaban años sometidas sirvieron de ejemplo para demostrar que era posible escapar del infierno. Si denunciaban, el Estado actuaría contra el agresor y garantizaría su protección y la de su prole, aunque las escondiera en casas de acogida, incapaz de alejar efectivamente a sus victimarios.
Para explicar, y explicarnos, la espiral que lleva a tantos hombres a traspasar los límites del machismo cotidiano analizamos la cultura patriarcal, distinguimos las desigualdades por sexo y género, diferenciamos entre violencia y maltrato, o identificamos la escala que puede llevar de los micromachismos a las violencias emocionales, psicológicas, económicas, físicas, sexuales y al asesinato.
Para ampliar los límites de nuestra percepción de las violencias de género añadimos, a la que sufren las mujeres, la que padecen los hombres y las personas etiquetadas como tales que no son lo bastante viriles; aquella con la que se socializa a los niños en los privilegios masculinos, a veces la forma más sutil y naturalizada de todas.
Contamos el número de denuncias y de asesinatos por año, discutiendo si el aumento de las primeras demostraba una mayor confianza en el apoyo institucional o un crecimiento de la violencia. Se apostaba por empoderar a las mujeres y promover la deconstrucción de la masculinidad hegemónica y se respiró cierto optimismo mientras aumentaban la sensibilidad social y los recursos públicos, aunque nunca se aseguró a las víctimas ni una vivienda ni una renta básica.
Pero el espejismo se disolvió: en la última década el 25% de las asesinadas habían denunciado su situación, se cuestionó la ley de protección a las víctimas y a las mujeres que se atrevían a denunciar, se aprovechó la crisis para reducir los recursos en un 40% y quedó en entredicho la confianza en la capacidad del Estado para proteger a las víctimas.
Hoy la mayoría observa el fenómeno como si se tratara de una desgracia natural, porque los asesinatos se tornan monótonos, los minutos de silencio saben a postureo político y los medios de comunicación no hacen nada por abordar aquellas violencias que no son noticia porque son cotidianas, aquellas de las que participamos la mayoría y que son el caldo de cultivo imprescindible en el que se desarrollan las que sí llaman su atención.
Sea como fuere, los esfuerzos por acabar con la violencia machista nos han llevado a olvidar la historia real de las mujeres concretas que se ocultan tras las cifras anuales de asesinadas y se diluyen en la memoria. Hemos pasado por alto que son historias de resistencia que ellas no pueden contarnos y necesitamos recuperar su memoria para poder reivindicarlas como las mártires del feminismo que han sido, saber cómo consiguieron reunir el valor suficiente para tratar de escapar del infierno en que vivían, sabiendo como sabían que se jugaban la vida en el intento.
Seguramente fueron mujeres “normales”, que probablemente no se reconocerían como feministas y menos aún como heroínas, pero tenemos que recordar que la mayoría murió por atreverse a decir que no, por rebelarse e intentar escapar al insoportable control al que se veían sometidas. Es cierto que tuvieron que aguantar mucho pero también que en las peores condiciones imaginables, confiaran o no en las promesas incumplidas de las instituciones, denunciaran o no su situación por temor a enfadar aún más a su verdugo, la suya fue una rebelión frente a un asesino tan heroica como solitaria.
Por eso son mujeres caídas en la lucha feminista, aunque no les demos medallas póstumas ni pongamos sus nombres a las calles y las plazas de sus ciudades. Recordar sus nombres y sus historias es el mínimo homenaje que debemos a estas mártires que encontraron fuerzas para intentar conquistar la libertad y el futuro.
Merecen que las reivindiquemos en lugar de olvidarlas, aunque esto implique reconocer que no fueron ellas sino el resto quienes fuimos incapaces de prestarles la ayuda que necesitaban. Su sacrificio no merece caer en el olvido. Por eso queremos recuperar la memoria de resistencia de estas mujeres asesinadas por violencia machista que no lograron conquistar su libertad, pero ampliaron la nuestra. 
 
José Ángel Lozoya Gómez
Jesús Casado Rodrigo
Rocío Medina Martín
Hilario Sáez Méndez

EL CONSUMO QUE VIENE


La crisis nos ha obligado a buscar alternativas en cuanto la forma y manera de enfrentarnos a nuevos retos, entre ellos el de consumir. Si le añadimos el vehículo en el que viajamos, el de las redes sociales, estamos en condiciones de generar nuevas posibilidades y oportunidades.
A todo esto hay que considerar las afirmaciones del economista Hayne que decía que el problema de nuestra economía es moral y no económico, ya que la clave está en lo que tenemos y no en lo que pensamos que deberíamos tener.
Un informe que emite anualmente Ericsson ConsumerLab resalta las diez tendencias para los próximos cinco años. Por su puesto lo analógico se aparta para centrarse en lo digital y en su integración en todas y cada una de las cosas que hacemos diariamente. El estudio se ha centrado en los hábitos de usuarios de smartphones de todo el mundo y con edades comprendidas entre 15 y 69 años. El resultado es lo que ya vemos y lo que veremos: diferentes aplicaciones nos ayudarán a practicar deporte, controlar nuestra salud, visitar lugares, detectar averías, etc.
Algo que por ejemplo para nuestros padres se puede convertir en un mundo, un simple mando a distancia de la televisión ya no es moderno para nosotros, proviene de la galaxia Gutenberg como decía un amigo profesor. Pero si observamos el uso que le dan los más pequeños en cualquier casa es ninguno, prefieren la tablet.
En los próximos años hablaremos y seguiremos profundizando en ciudades, ciudadanos y hogares inteligentes, contenido audiovisual en streaming, control de dispositivos a través de la mente, monederos digitales, más privacidad, mejores conexiones, mejor salud y economía colaborativa.
Esta última y no por ello menos importante, la economía colaborativa, se abre paso con fuerza como consecuencia de la crisis o gracias a ella. No en vano dicho informe indica que la mayoría de los usuarios de smartphones están abiertos a esta idea. Podemos intercambiar habitaciones libres por todo el mundo, compartir coche (las compañías de alquiler de vehículos están ya intentando adquirir las que pueden), crowdfundig, coworking (España se sitúa a la cabeza en estos espacios), solucionar los problemas a domicilio, mercadillos de intercambio hasta huertos colectivos.
Hay multitud de empresas que se han creado en España y que trabajan sobre este tipo de economía desde un consumo compartido que están asentadas sobre plataformas tecnológicas. No es factible valorar todavía el dinero que se mueve y de que forma gracias a estas iniciativas, pero a priori parece que tanto las redes sociales como la crisis han hecho que se dé un factor multiplicador.
Más allá de la colaboración que permiten las conexiones virtuales un factor clave a tomar en cuenta es que la sociedad se está reinventando. De esta reinvención la educación es y será parte fundamental, pues debe enseñar a mejorar “lo de usar y tirar” y ahondar en lo de compartir.
Si el punto de partida de la crisis fueron sumas de acciones individuales, la economía colaborativa se sustenta en suma de acciones colectivas. Se pinchó la burbuja económica y hay que buscar fórmulas para equilibrar el sistema. Los ingredientes de la receta lo integran, la educación como ya hemos dicho, un cambio cultural, un cambio económico y la apuesta por valores colectivos donde la confianza se convierte en un pilar básico.
Las propuestas que surgen en este entorno tendrán éxito si se acompañan por los ciudadanos y empresas, pero sobre todo si las instituciones públicas están dispuestas a mejorar las fórmulas. Desde los controles necesarios y la colaboración, más que desde el rechazo y la prohibición. El parche antes que la herida ya lo estamos observando en decisiones judiciales que ordenan cierres de determinados sitios web que ponen en contacto personas usuarias de determinados servicios. Alquilar el coche a un extraño o prestar dinero a desconocidos se acepta cada vez de mayor grado, pero no cabe duda que hay que perfeccionar los procesos.
Todos formamos parte, podemos participar y también influir. Es necesario establecer propuestas que solo tienen cabida bajo el paraguas de modelos sociales de progreso. Hay que apostar por incentivar el consumo para mejorar la economía, y de camino obligatorio facilitar a la sociedad un tránsito responsable y justo hacia el futuro.
Solo así veremos los brotes verdes. Sino tratarán de tomarnos el pelo desde la más absoluta irresponsabilidad como lo hacen quienes nos gobiernan. Lo de la nueva política y lo digital nada tiene que ver con las conferencias a través de una pantalla de plasma.
Feliz 2015.


Juan José Maldonado Briegas